jueves, 28 de enero de 2016
Vistas aéreas del Barrio Chino y Paralelo en 1928.
En el Arxiu Nacional de Catalunya, en el fondo FECSA, se encuentra una serie de seis fotografías de autor desconocido, tomadas desde un avión que vuela a baja altura, en las que aparece la central de la calle Mata,, El avión va rodeando la central y así, aparece en las imágenes el entorno visto desde varios ángulos. El Paralelo, las zonas urbanizadas de Pueblo Seco, las calles que se adentran en el Barrio Chino, los teatros. Las fotografías están fechadas en 1928. Lo que conozco de la zona no entra en contradicción con esa fecha. Frente a la central aparece el Nuevo Mundo que se inauguró en 1927 y aún no se ve el inicio de las obras del colegio Collaso i Gil en 1932. Con seguridad se puede afinar más y reducir el arco temporal que yo acoto. Lo dejo por el momento así, y ya iremos recortando.
domingo, 24 de enero de 2016
Camalics
Hubo un tiempo en el que por las Ramblas, pero no solo por ellas, también por el Ensanche, se podía encontrar a unos sujetos de constitución
recia, vestidos con barretina, blusa, chaqueta y pantalones de pana, y con una soga colgada del hombro. Eran los
camalics o mozos de cuerda. Se les contrataba para trasladar enseres, fardos de ropa, ollas con comida, el baúl de la criada que se cambiaba de
señora, los libros del estudiante que se iba a otra pensión, una máquina de coser,
un grupo de sillas…
Fueron
desapareciendo a medida que se generalizó el uso del taxi y de las pequeñas
camionetas, y criadas, estudiantes, cocineras encontraron
más rápido y cómodo usar los servicios que los avances de la técnica les proporcionaba
en forma de taxista de la empresa David.
A principios de los años treinta del siglo
pasado, con el declive del negocio, los camalics se habían convertido en uno de los elementos
pintorescos de las Ramblas y en tanto que curiosidad sociológica, los periodistas les entrevistaban. Dudo que
quedara alguno al terminar la guerra, salvo como reclamo turístico.
Se anunciaban mediante una pequeña silla roja puesta en
algunas esquinas donde con letras blancas se indicaba donde se podía encontrar
un camalic o hacer un encargo para ellos.
Silla de color rojo y letras blancas que usaban los camalics para anunciar sus servicios. Revista Imatges, nº 30. 1930
Frederic Ballell. 1907-08. AFB. Camalic descansando del modo que les era propio, sentados usando la soga que habian colgado de una farola o poste.
Puede que sea el último de los camalics, más reclamo turístico que mozo. Por las ropas de los paseantes, diría que los años sesenta.
(En Las buenas intenciones de Max Aub, Remedios, la protagonista, recién llegada a Barcelona, pasea por las Ramblas y le llaman la atención "unos mozos con barretina y chapa de latón recostados en algunas esquinas". Vuelvo a las fotografías que he colgado, y en efecto, los camalics llevan una chapa en la solapa o a la altura de la misma. Debe de ser una señal que los identifica, al modo de un carnet)
En las fiestas de Sant Roc de la Plaça Nova, la fiesta de
verano del actual barrio gótico, los camalics sacaban en procesión su bandera
dedicada al santo.
Josep María Sagarra. ANC. Años treinta.
Y aunque no tengan que ver con los camalics, excepto por
ocupar como ellos las Ramblas ofreciendo sus servicios, subo unas fotos de enjalbegadores
(emblanquinadors) del primer tercio del siglo pasado.
Fot: Josep María Sagarra
Fot: Casas i Galobardes.
sábado, 16 de enero de 2016
El picadero del ejército de la calle de San Pablo y otro tipo de picaderos. Con una mención al colegio Collaso i Gil
En la manzana delimitada por las calles San Pablo, Huerta de
San Pablo, Tapias y Abad Zafont, en la parte no ocupada por el Monasterio de
Sant Pau del Camp y flanqueado por líneas de casas que recorrían tres de los
lados de la manzana dejando libre el que daba a Abad Zafont, se encontraba
durante los primeros decenios del siglo XX un cuartel del ejército, de nombre Cuartel de
San Pablo que tenía incorporado un picadero.
Se dice que en el picadero entrenó durante su estancia en Barcelona José
Antonio Primo de Rivera.
Collaso i Gil que fue alcalde de Barcelona en varios
periodos entre los años 1894 y 1913,
falleció en 1926 dejando en su testamento un legado de un millón de pesetas
para la construcción de un grupo escolar. Previa enajenación del cuartel de San
Pablo, sobre el solar se levantó la escuela que lleva su nombre.
Las obras dieron inicio en 1932 con un acto solemne
presidido por el presidente Maçia que pronunció un discurso.
Branguli. Discurso de Maçia en el acto de inauguracón de las obras de la escuela Collaso i Gil. 1932. ANC. Las cinco fotografías que siguen son de Casas i Galobardes del mismo acto de inauguración.
El centro escolar
se inauguró en octubre de 1935. Una escuela que ha desarrollado su función
durante los años de república, guerra civil, franquismo y que aún hoy en día da
un servicio a los escolares del distrito I.
J.Ribera -Construcción de la escuela. 1933
Branguli. 1935. ANC - Escuela Collaso i Gil poco antes de inaugurarse.
Quedaba una esquina entre el cuartel de San Pablo, la hilera
de casas de la calle Tapias dentro de la manzana reseñada al principio y la
esquina entre Abad Zafont y Tapias.
En 1918, surge en
dicha esquina, y bajo la modalidad de sociedad recreativa, es decir, un local al que solo podían acceder
los socios, con lo que era más fácil que el gobierno civil autorizase sus
actividades, La Gran Martinica, un café
de camareras.
La Gran Martinica atraviesa
los siguientes diez años sin que su existencia merezca mayor interés para la
prensa que una nota tan elogiosa por parte del Papitu que parece propaganda
pagada, haber trabajado en el local como camarero Ernesto Queralt, uno de los pistoleros del barón de Koenig ajusticiado
por la CNT en 1920 (El Diluvio - 30 de enero de 1923. Juicio por la muerte de Ernesto Queralt), aparecer regularmente
en las crónicas de tribunales por permitir que concurrieran a la pista de baile menores de edad como
tanguistas y ser uno de los centros de espectáculo que regularmente donaban pequeñas cantidades al
ejército tras el Desastre de Annual.
La Publicidad. 28 de abril de 1918.
Papitu. 30 de octubre de 1918.
La Vanguardia - 14 de junio de 1928.
La Vanguardia - 22 de septiembre de 1921. Las tanguistas de la Gran Martinica entregan una cantidad de dinero al ejercito para ayuda a los damnificados por el desastre de Annual. Por otras notas sabemos que el dueño del local se llamaba Jaime Oller y colaboraba regularmente donando dinero para el ejército de Marruecos.
Tras el 14 de junio de 1928, en que recibe de nuevo una
sanción por contratar camareras menores de edad, desaparece de la prensa La
Gran Martinica. Su lugar será ocupado en 1930 por El Tropezón, un local de las
mismas características que el que sustituye. Es probable que el cambio de
propietarios solo se traduzca en un cambio de nombre sin ni siquiera echar una
mano de pintura a la fachada del local. Prueba de ello es que a los pocos meses de su aprobación como local por la subcomisión de sanidad, aparecen desconchados en su fachada en una serie de fotografías de Branguli.
La Vanguardia - 17 de enero de 1930.
Branguli. 1930. Verbena de San Juan. Tras la parada callejera de venta de cocas, aparece El Tropezón.
Almanaque Papitu - 1931.
Branguli. ANC. 1930-36.
En julio de 1933, estalla una pequeña bomba en los servicios
del local causando algunos desperfectos y sin que nadie resulte herido. Pocos días más tarde, al detener la policía a un ladrón de gallinas, confiesa ser
quien puso la bomba en el local y otra serie de delitos. De mantenerlo más días en comisaría, cabe suponer que el ladronzuelo hubiese confesado ser el autor de todos los asesinatos sin resolver que se habían cometido en los últimos años en Barcelona.
Luz. 31 de julio de 1935.
La Vanguardia. 22 de agosto de 1933.
El Tropezón permanecerá abierto al menos hasta junio de
1936, en que la prensa informa de la muerte en accidente de tráfico de Manuel
Lanuza y su mujer Dolores Sanmartin. De Manuel Lanuza se nos dice que es
propietario y en la esquela que publica La Vanguardia, la razón social El Tropezón
ruega que los tengamos presentes en nuestras oraciones. Probablemente se trate del dueño de la sala de espectáculos.
Tras esa esquela, a
poco más de un mes del inicio de la guerra civil, no hay más noticias sobre el local. Es
probable que ya no volviera a abrirse y tras la guerra fuese vendido a las atracciones
Caspolino que darían comienzo a su actividad en 1942.
El Diluvio - 5 de junio de 1936.
La Vanguardia - 4 de junio de 1936.
jueves, 14 de enero de 2016
Arco del Teatro. Segunda parte: Las Cuatro Esquinas.
Solo con exagerar un poco, -pero solo un poco, de tal modo
que la distorsión tenga el efecto de subrayar con trazo grueso
y hacer más aparentes los aspectos esenciales de aquello sobre lo
que se habla- se puede decir que las
cuatro esquinas son el punto donde se anudan todos los vectores que convergen en el barrio chino.
Como el Aleph de Borges, si se mira con atención el punto de
las cuatro esquinas se ve todo el barrio
chino, el de ayer y el que devendrá, en este segundo caso en
forma de eco que
viene del futuro de ese ayer glorioso: los
pequeños delincuentes que en las cuatro esquinas juegan a los pastos (lo que
ahora llamamos trileros); los inmigrantes
que llegaron a Barcelona al reclamo de la necesidad de brazos, en buena parte murcianos, acomodados en
antiguas fábricas tabicadas para transformarlas en habitaciones; el flamenco de donde brotan figuras como la de Carmen Amaya; los militantes anarquistas, los más entregados a la idea predicando la inminente llegada de la sociedad sin clases
a las prostitutas del barrio, a las que quieren redimir; la policía que con su uniforme que recuerda al del bobby
londinense intenta poner coto a los desafueros y de paso impedir que la
rebeldía alcance un nivel explosivo; los
mercados al aire libre que ciegan los
imbornales y difunden por todo el chino un olor a materia orgánica en
descomposición, dulzón y nauseabundo; mujeres vigilando los gestos de los bobbys paa
adelantarse a una confiscación del género que se vende en la calle sin
licencia; ropavejeros de todo lo que deshecha
el resto de la ciudad y recogen los
chineros; vagabundos que aprenden a
remedar ataques epilépticos para inspirar compasión y una ayuda económica, y si no tienen aptitudes para la representación se limitan a pintar su cara con azafrán;
prostitutas que durante el día compran en esos mercados y más tarde camelan a los marineros que llegan
de todos lados y nada más bajar del barco se pierden entre las callejuelas del
chino y que ahora y siempre se juegan la paga con los trileros; travestidos que
en el barrio no se sienten extraños; periodistas que promueven campañas higienistas para prolongar las grandes avenidas en el corazón del chino, ignorando que cuando ello
ocurra, en los años sesenta, con el agua sucia por el sumidero desaparecerá
más que la miseria, la esencia del barrio; niños con tuberculosis
y prostitutas que trasladan al Hospital de la Magdalena, donde más tarde estará
el Instituto Guttmann, con el cerebro
carcomido por la espiroqueta; tabernas que son el oscuro deseo de una burguesía que
se adentra en el chino a la busca de nuevas aventuras…
Cuando desaparecieron las cuatro esquinas, al prolongar la avenida García Morato hasta Conde del Asalto, se desanudo la
trama de todos los vectores y ya no hubo más el barrio chino.
Las cuatro esquinas son el lugar donde se cruza la calle Arco del Teatro con la calle Mediodía que en ese punto se convierte en Arco de Cires.
La fuente pública que ocupa una de las cuatro esquinas. Año y autor de la fotografía, desconocidos.
Mundo Gráfico, 1921. A nuestra derecha la fuente; en la esquina de nuestra izquierda una taberna que al decir de alguna crónica periodística, es una taberna siniestra que huele a vino y sudor. En una de las otras dos esquinas, la que no se ve y estaría a nuestra izquierda, hay una tienda de comestibles, y en la que resta no parece haber ningún establecimiento, un edificio de planta baja que albergó probablemente alguna pequeña industria.
Josep Dominguez. 1932
Los bombardeos de la aviación italiana, que tantos edificios dañaron en el barrio chino, también afectaron a una de las esquinas, la formada por el edificio de planta baja. En la Gaceta Municipal de 1939, aparece la orden del ayuntamiento de Barcelona requiriendo la dueño de la finca, Juan Larratea, para que proceda al desescombro y derribo de las partes afectadas por el bombardeo. Por lo demás, una vez terminada la guerra, continuo la vida en las cuatro esquinas, sin anarquistas y con muchos más militares. Y con el Gravat.
Una sere de fotografías de Branguli del Arxiu Nacional de Catalunya de los años 1939-1942 centradas en las cuatro esquinas:
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