El 28 de junio de
1910, a las 18:30, el aprendiz de una imprenta situada en el vestíbulo de la
casa con el número 17 de la calle Conde
del Asalto, advierte la presencia de un objeto que le parece sospechoso en el rellano de la escalera, justo al lado
de la puerta vidriera del despacho de la imprenta. Es Barcelona a principios de
siglo, un objeto sospechoso puede ser una bomba. Se llama a la policía que examina un saco
dentro del cual hay una caja de 25x10x15 cm con una tapa fijada con pernos al
resto de la caja, y de un peso aproximado de 5 kg. Todo ello aumenta la impresión de que puede tratarse de un artefacto explosivo.
¿Qué protocolo
se seguía cuando en una zona
habitada, se encontraba un objeto
sospechoso de ser una bomba?.
En 1906, el departamento de Gobernación del ayuntamiento de
Barcelona aprobó una partida para que el municipio dispusiera
de un carro blindado “del mismo modo que
lo tienen en Paris” Una vez que fue construido y
probado, las bombas u objetos sospechosos de serlo, se depositaban en el mismo y se trasladaban al Camp de la Bota donde se
colocaba en un mortero que tenían los militares y se hacía explotar.
En este caso, con una
posible bomba dentro de un inmueble de la calle Conde del Asalto, el carro
blindado llega al lugar a la hora del
hallazgo por el aprendiz. Se
trata de un carro de cuatro ruedas que soporta una caja metálica donde ha de
depositarse la bomba y tirado por dos caballos que conducen policías al
pescante.
Mientras, otros
policías andan porfiando para apartar a
los viandantes que pugnan por ver el lugar donde se encuentra la supuesta
bomba. Con poco resultado. Ese
comportamiento despreocupado de los barceloneses, prefiriendo satisfacer su
curiosidad antes que retirarse a una distancia prudencial a salvo de la posible explosión, no es nuevo. Pocos meses antes se había
descubierto una bomba en el Café del Circo Español, y mientras llega el carro
blindado nadie quiere desalojar el recinto.
Y no es por desconocimiento de los efectos de una bomba. Si alguna ciudad conoce los
estragos que produce su estallido, esa es Barcelona en donde desde hace
años se convive con las bombas y sus
efectos.
Uno de los observadores se presta a trasladar la bomba del
rellano de la escalera al interior del cubículo blindado. En este caso, se
ofreció voluntario el policía del puerto encargado del manejo del bote
automóvil que casualmente se encontraba allí.
Las crónicas periodísticas relatan una y otra vez, como tras ser
descubierto un posible artefacto explosivo es un voluntario quien se presta a
colocar el objeto dentro de la caja del carro blindado. Y esta es una conducta que desde la distancia
histórica resulta curiosa. Los policías
que conducen el carro no deben de tener la obligación de retirar el artefacto y
se abstienen de ponerse en riesgo más allá del que supone el traslado de la
bomba porque en las noticias de
prensa se repite el hecho de que el
objeto sospechoso se coloca en el carro por un voluntario al que se recompensa
con una cantidad en metálico.
Una vez colocado el objeto dentro de la cubierta metálica,
suben al pescante los dos policías que
conducen el carro, más el policía del puerto que ha recogido la bomba, quien se
ofrece para acompañarles y se acomoda asimismo en el pescante. No era sencillo el camino y transcurría por
caminos embarrados donde con frecuencia se encallaban las ruedas del
carro.
Este que lleva una bomba el día 28 de junio de 1910, no
es el primer carro blindado de la
ciudad, aquel que se presupuestó en 1906.
Hacía un mes escaso, a finales de
mayo, que había quedado destrozado uno
al estallar la bomba que transportaba, una bomba recogida en La Bombilla de la
calle San Pablo. En julio de 1909, otro objeto recogido en el
Café del Circo Español, al pasar por la zona del cementerio viejo camino del
Camp de la Bota, explotó por el
traqueteo que provocaron en el carro los grandes baches del camino, incendiando la parte acolchada de la caja
blindada y destrozando el carro.
Los caminos eran malos, transcurrían por caminos que
aumentaban el riesgo de explosión y una vez llegados al castillo del Camp de la
Bota podían encontrarse los policías municipales con que los militares se
negaran a descargar el artefacto.
Así sucedió a principios de enero de 1908, con una bomba recogida
en la calle de Robador. En este traslado, salvo que no explotó la bomba durante
la conducción, todo fue mal. En lugar de
enfilar por el camino del cementerio viejo, los policías se dirigieron al Camp
de la Bota por la barriada de Pueblo Nuevo por temer que las últimas lluvias
hubiesen hecho impracticable el camino usual. Al llegar a la riera de Horta, el
carro se hundió hasta el eje en el lecho de la riera y hubo que requerir la
ayuda de los serenos para enderezarlo.
Debió de ser cansado el trajín de desatascar el carro porque los
policías decidieron dormir antes de ingresar en el Camp de la Bota, así que dejaron
el carro y su bomba en la Plaza Constitución de San Martín mientras ellos se acostaban. En su descargo hay que decir que durante horas estuvieron llamando al Gobierno Civil
para comunicar la circunstancia, sin que nadie recogiera la llamada. Por la
mañana, llegaron al castillo del Camp de la Bota donde los militares se negaron a descargar el
artefacto. Fue informado, ahora sí, el
gobernador civil, a quien el comandante de artillería del castillo le
informó en llamada telefónica, que no podía ordenar a un soldado que tomara una acción que no era un servicio
de guerra. Por mis cojones. Muchas horas más tarde de que hubiese dado
inicio la conducción de la bomba, tuvo que desplazarse desde el ayuntamiento un
guardia municipal para tal menester.
Aquel mismo día hubo otra amenaza de bomba y quedó patente la dificultad
de desplazar un carro de un lugar a otro, por caminos deteriorados y embarrados.
En este caso, el carro llegó a las Ramblas y se dirigió al Paseo de Colón. Una vez a la
altura del cuartel de Atarazanas, más o menos donde ahora está la comandancia
de marina, el objeto explotó con tan fuerte impacto que destrozó el carro,
proyectando a la altura de un segundo
piso a los tres policías del pescante. No solo quedaron heridos los
policías, la explosión lesionó a varios militares del cercano cuartel y a
algunos transeúntes. Una explosión de tal intensidad que se oyó en toda Barcelona.
Cuando llegaron a
socorrerles, en el suelo, aparte de los caballos y restos del carro, había 8
personas heridas. Uno de ellos, Abelardo
Salvador, un joven que esperaba la
llegada de un tranvía, sufre heridas de
la mayor gravedad, por lo que a brazos de algunos es trasladado a la casa de
socorro que se encuentra en el Paseo de Colón, frente al edificio de Correos,
más o menos donde ahora se encuentra la escultura de Roy Lichtenstein. Al poco de llegar fallece. Tres militares
heridos son tratados de urgencias en el dispensario de los cuarteles de
Atarazanas y trasladados al Hospital Militar que se encontraba en la calle
Tallers en lo que ahora es la Plaza Castilla.
El resto es atendido en la casa de socorro del distrito de
Atarazanas que se encontraba en la calle de Barbará.
Abelardo Salvador, el civil que falleció a causa de la
explosión, mientras esperaba el tranvía
que debía llevarle a casa de un tío suyo que vivía en la barriada de Gracia
donde estaba invitado a cenar, era un joven de 22 años, natural de Real de
Montroy de Valencia de donde se había trasladado a Barcelona para trabajar como
administrativo. Vivía de huésped en un
piso de la calle del Carmen y tenía
aficiones literarias, habiendo escrito varios poemas y ganado algún certamen
literario. Trabajaba como administrativo en una fábrica de harinas.
Del análisis pericial de los restos del artefacto explosivo,
se llega a la conclusión de que tendría la forma de una cazuela de 25 cm de
diámetro por 12 a 14 de alto, cerrado por una tapa sujeta por gruesos
tornillos. Tales características, llevan a suponer a la policía que se había fabricado en un
taller de fundición. El gobernador civil de la provincia, sr. Buenaventura
Muñoz y Rodriguez ofreció una recompensa a quien proporcionase información que
pudiese llevar a la detención de los responsables de la explosión. 100.000 ptas
nada menos. Sin resultado positivo.
Buenaventura Muñóz y Rodríguez
Los periódicos coincidieron en señalar como responsable de la
extrema virulencia de la explosión a la circunstancia de que la caja blindada
no estaba construida del modo más adecuado, no permitiendo disipar los gases lo que potenciaba los efectos de la bomba que estallase. Y de inmediato se da el nombre de uno de los responsables de que la explosión de
la bomba haya causado tantos estragos.
El ingeniero jefe de la Inspección Industrial, señor Clavé, a quien le
fue encomendada la construcción de un nuevo carro blindado al quedar incendiado
el anterior hacía un mes y que dio
salida a la petición a los pocos días.
El ingeniero se excusa diciendo que el carro reunía las
condiciones de blindaje y fortaleza precisa, pero que en este caso la bomba fue
más potente de lo usual. Las cartas a
los periódicos que dirigen ingenieros coinciden en considerar que si la caja
blindada hubiese sido construida de otro modo, con láminas que permitiesen
disipar el efecto de los gases, la explosión no hubiese tenido el efecto
devastador que todos lamentan. Esos mismos ingenieros se ofrecen para construir
un nuevo carro.
Se solicita de la autoridad militar que designe a alguna
persona del ejército con especiales conocimientos de explosivos para que no
vuelva a suceder que una nueva explosión
cause tales percances. En la prensa, ingenieros civiles se ofrecen para construir
un nuevo carro.
Al mes de la
explosión, se celebra una velada en memoria de Abelardo Salvador en los
locales que la Unión Familiar tenía en la calle Conde del Asalto 26, donde intervino el Orfeó Barcelonés y se puso
en escena la obra “Com el jonch” original del malogrado joven.
Poco después, en la sesión ordinaria del Ayuntamiento de
Barcelona del 1 de septiembre de 1910, uno de los concejales solicita que el
ayuntamiento exprese su gratitud a la Universidad Industrial por haber cedido
uno de sus patios a los efectos de hacer pruebas sobre un nuevo carro.
Hay una foto en el Arxiu Municipal de Barcelona del año 1910
de un carro blindado que es posible que se trate del nuevo carro construido tras
la destrucción . En el interior de la
caja se aprecian las láminas que los ingenieros que se expresan en la prensa
señalaban como necesarias para minimizar el efecto expansivo de los gases.
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