martes, 19 de mayo de 2015

El 13, Rue del Percebe del Barrio Chino: Calle Unión, 7.

                                                  Calle Unión, 7. Año 1932. Autor desconocido.


En el número 7 de la calle Unión se levanta ahora un edificio de factura reciente sin mayor interés.  Se construyó sobre un solar que  hasta 1969  albergó  otro edificio que por sí solo ha sido un compendio de las  características y de la  historia que asociamos con el  Barrio Chino.   Un microcosmos que repetía y ampliaba  el macrocosmos  de los barrios bajos.  El 13, Rue del Percebe del barrio chino  de las primeras décadas del siglo XX.   

En los bajos y el sótano del edificio estuvo el Café Concierto Barcelonés, también llamado Café La Unión y Alcázar Español.  En La Vida de Manolo de Josep Pla se menciona el lugar: “En otras épocas fue muy bonito. Su propietario era el Mero. A la entrada tenía un local grande, vacío, sin mesas, al fondo se veía una puertecilla que daba a una especie de vestíbulo. Detrás, bajando unos peldaños, se llegaba al café que estaba en un cielo raso y algunos días tenía una claraboya que daba un aire espectral y vago al calor de nicotina de pipa que tenía el local.                                
Era el café cantante típico, con galerías colgantes, frecuentado por aragoneses que todavía llevaban el pañuelo en la cabeza, por estudiantes gandules, golfos de piano de manubrio con las camisetas a rayas blancas y azules y su catadura de monos y gentes del hampa y del bronce. La estrella de la casa era la Trini, una mujer alta y gorda, de caderas apretadas, muy descarada con un peinado de cuatro pisos. La Trini cantaba con una insolencia provocativa”. 


¡¡¡¡Aragoneses que todavía llevaban el pañuelo en la cabeza!!!!  Esto es fantástico.  


Cuenta Sergio Vila San Juan en su libro Una heredera de Barcelona  de un episodio que vivió uno de sus  abuelos en su condición de abogado y en donde intervino una cantante del Alcazar Español de nombre artístico Maria Nilo. La tal artista fue secuestrada por tres desaprensivos que la condujeron a un hotel con la intención de estrangularla y quedarse con las joyas que  Sebastiana Togores Gomila, que a los efectos administrativos así  se llamaba  la cantante,  llevaba siempre encima.  Se conoce que los tres delincuentes no eran personas bragadas y en el intento de terminar con la vida de Sebastiana, hicieron tanto ruido que  alertaron al personal del hotel que consiguió liberar con vida a la cantante.

               María Nilo con el criminalísta  Vila San Juan  (Mundo Gráfico - 28 de enero de 1920)


En el  camino de la sala de espectáculos hacia la nada, en ese vuelo rasante  siempre a punto de tropezar con el suelo y que se compone de una suma  números musicales interpretados por  chicas que cantaban con estilo regular,  a las que se perdonaba su pobre voz porque lucían unos senos de escándalo,  de ser  lugar de alterne  donde  confluía el  mundo de la burguesía y el de  las chicas bonitas del proletariado catalán, con lances de pequeña delincuencia y matonismo, el  mayor hito del Alcazar consiste en haber visto debutar a una joven Raquel Meller.   Ya es mucho, pero creo que  es el único.
El Alcazar Español dependía para sobrevivir de los ingresos que obtenía del juego. El vaivén de los sucesivos gobernadores civiles,  unos tolerando el juego, otros prohibiéndolo, otros aceptando un porcentaje de los ingresos que se conseguía por tal motivo, terminaron por  causar el cierre del local que a temporadas intentó subsistir mediante su conversión en una sala de cine.  Cerró definitivamente en 1925.

Años más tarde, el local se transformó en un cine, el cine Broadway al que alguna crónica califica de cine de ínfima categoría. El Broadway cambió su nombre por el de cine Unión en 1941.  El 3 de octubre de 1969, unas obras en el cine provocan  el hundimiento de parte del edificio. Murieron nueve personas y otras siete resultaron heridas. 

Casas i Galobardes. Rambla del Centro ANC. Se ve el letrero que anuncia el cine Broadway a la entrada de la calle Unión. Por el título de la película la imagen ha de estar fechada entre los años 1933-35.


Cuenta el periodista J.E. Bartrina en un reportaje en Mirador que  el entresuelo estuvo ocupado por una clínica de enfermedades venéreas que atendía a buena parte de los huéspedes de las distintas pensiones que llenaban el edificio. Las de los pisos bajos más lujosas, con unas  inquilinas donde eran legión las  damas de la noche y a medida que las pensiones ocupaban pisos más altos,  trotamundos y emigrantes sin papeles siempre con el riesgo de que una redada policial los pusiera en la frontera. Gracias al médico que regentaba la clínica, sus amigos se ahorraron más de un disgusto  en su trato con las señoritas pensionadas.

Pobre médico, ¡a que dilemas se enfrentaba!  Tener que decidir entre el sagrado deber de la amistad y el  aún más sagrado deber de mantener el secreto profesional!.

- Enric –en el supuesto de que el médico se llamase Enric-  ¡Que suerte tienes ganapia ! Por tus manos pasan los mejores conills de Barcelona y en lugar de pagar como hacemos todos los demás, tú cobras. A ver   ¿con quién cardamos esta noche?  ¿Que tal  la mulatita?, la que tiene un culazo de  toma pan y moja   le preguntaban sus amigos.  

Y Enric debatiéndose en el dilema.  ¿Cómo voy a incumplir el sagrado deber que juré como médico y  revelar  los secretos médicos de las señoritas que atiendo?   Claro que  como no disuada a  mis amigos  de ir donde  la mulatita que les gusta,  a la que estoy curando una sífilis,  y  a uno de ellos le aparezca un chancro en el pene,  me romperán la cara.

Desconocemos  cual  de las dos fuerzas vencía en el combate moral de Enric.   Mucho creo que Enric llegaba a componendas con su conciencia y de paso preservaba la integridad de  su cara.

-Ya sabéis,    que no puedo daros la información que pedís, peroy no me preguntéis el motivo- yo no llamaría a la puerta de la pensión del segundo piso.

- ¡Coño, Enric, si allí se aloja la mulatita.

-Hay una catalana que acaba de llegar  de Olot que si no me conociese todo el barrio y temiese por el estado de mi reputación,  yo mismo correría a saludarla.  Hacedme caso y probad por esta vez el producto autóctono.   Y  los amigos del Dr. Enric  que  aparte de no ser tontos temían que sus señoras esposas descubrieran sus recorridos por los barrios bajos a través  de los estragos  en el  báculo con que uncían el sagrado lazo del matrimonio algún que otro viernes,  le hacían caso y llamaban a la puerta tras la que esperaba la lozana campesina de Olot. 

Las Navidades del Dr. Enric siempre estaban colmadas de puros habanos que le regalaban sus amigos.

Por aquellas pensiones pasó toda la burguesía catalana y muchos de los artistas de las salas de espectáculo del entorno. Sin olvidar a las celebridades que nos visitaban: desde Primo Carnera al faquir Blackaman y  la orquesta Irusta  al completo.  Fueron años de alegría en las pensiones de los pisos bajos del edificio. Y de una actividad extenuante para el Dr. Enric, director de la clínica de enfermedades venéreas. 

Al mediodía,  entrando desde las Ramblas y enseñoreándose de la calle Unión con unos andares vacilantes, hacía su aparición  Monterito, el bailarín del Excelsior.  A Monterito, que aún no se había acostado, el alcohol de la mañana lo volvía audaz y valiente,  y desde la calle retaba a todos los varones que pudieran encontrarse en el edificio. Soltada que era la bravata,   y que debía de costar lo suyo entender el balbuceo del borracho, Monterito remontaba las escaleras del edificio llamando a cada una de las puertas.  ¡a ver quien tiene cojones de salir y pegarse conmigo!. A Monterito todo el mundo lo quería y respetaba su manera de llegar a la cama. Nunca hubo quien aceptase el reto.

A media tarde, cuando empezaban a desperezarse las señoritas,  un mozo de los almacenes Vilardell de la cercana tienda de Nou de la Rambla, acudía a cada una de las pensiones llevando un cargamento de medias de seda. Las extendía en la mesa del comedor de cada pensión y las señoritas escogían.  Por fin llegaba la noche y   el edificio se convertía en un lugar concurrido, entre clientes que acudían a su lugar de costumbre, camareros que llevaban sandwich y bebidas, policías que pedían documentación,  encargos a las farmacias para aplicar un tratamiento a un cocainómano pasado de dosis. 

En 1931, el principal pasa a ser la oficina de los sindicatos libres. Dura poco la alegría en casa de los pistoleros de la patronal, porque en abril, celebradas las elecciones municipales que  dan la victoria a las izquierdas, son clausuradas todas las sedes del sindicato. Al de la calle Unión acude un grupo de gente que destroza  el mobiliario. Un retén militar permanecerá durante meses a las puertas del edificio para impedir nuevos desahogos.

                      José María  Sagarra - Abril 1931- Balcones de la sede clausurada  del Sindicato Libre.


                           Josep Maria Sagarra - Abril 1931 -  Un grupo de personas en la entrada de la calle                                                      Unión 7, tras destrozar los locales de la sede del Sindicato Libre.


                                   Josep María Sagarra - Abril 1931 - Retén militar para impedir la entrada en la                                                              sede de los Sindicatos Libres. 


Más tarde y durante el bienio negro debió de volver a ser ocupado el local por los sucesores de los sindicatos libres, porque el 19 de julio, el pueblo enfurecido volvió a ocupar los locales y tiró por el balcón todo lo que encontró en el interior del local.  La FAI incautó los locales y los destinó a redacción de su órgano Tierra y Libertad

           Perez de Rozas - 19 de julio de 1936 - Mobiliario destrozado de lo que fue la sede de los                                          sindicatos libres. 


Ahora,  en lugar del  Alcazar Español/cine Broadwa/cine Unión hay un parking. Se puede conocer la ubicación de la mayor parte de salas de espectáculo que hubo en el barrio chino mirando un plano de los parkings de la zona. Donde hubo un dancing, un café cantante, un cine hay casi siempre un parking.

Del edificio no llega el menor ruido a la calle. No hay chicas en bata  por las que se escapa parte de un seno,  asomándose a los balcones. Los Monteritos actuales no retan a los hombres que allí viven. Nadie acude a satisfacer su ludibrio en pensiones inexistentes mientras el chofer de uniforme espera al pie del coche a que el señor termine su escarceo amoroso.  No hay sindicato de la patronal, ni un retén del ejército monta guardia a la entrada para impedir la furia del pueblo revolucionario.  El edificio es uno de tantos. 

4 comentarios:

  1. Magnífica entrada, Josep! Como tú dices, este número 7 de la calle Unió es la viva estampa de lo que se coció en el Chino a lo largo de su historia. Además, acabas de inaugurar una idea interesante: la biografía de fincas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
    2. Muchas gracias, Enric. Cada vez me gusta más ese barrio chino donde confluían y chocaban galaxias sociales distintas y hasta opuestas.

      Eliminar