Margaret Michaelis. 1932-1934. AFB. Calle Arco del Teatro. La Mina aparece a la derecha, Enfrente de La Mina se abre la calle Olmo.
Anuncio de la taberna en El Diluvio (21 de abril de 1929)
Me caben pocas dudas de que fueron los escritos de algún moralista puesto a reformador, entre los anarquistas había unos cuantos, y la sal gruesa con la que más de un periodista aderezaba sus crónicas “noveladas”, los responsables principales de que una taberna de la calle Arco del Teatro se convirtiera para las buenas gentes de Barcelona en el núcleo central, en el símbolo, de lo que para ellos era un inmenso patio de Monipodio, el Barrio Chino. Ese honor le cupo a la taberna La Mina en el número 63 de Arco del Teatro.
Escribía Max Bembo en su libro “La mala vida en Barcelona”
(Casa Editorial Maucci, 1912/1913):
‘Es preciso descender y penetrar en el foco inmundo que
se llama ‘La Mina’. Figuraos una tienda larguísima y espaciosa, que hace el
efecto de un pasaje, porque comunica a dos calles; su celebridad es grande
entre la gente de la mala vida. ¡Cuántas veces alrededor de una mesa se ha
proyectado un robo, un homicidio, una violación! Entremos a eso de las ocho.
Todas las mesas ocupadas por individuos de pésimas cataduras, devorando una
comida poco alimenticia, con un porrón al lado, y muchos de ellos con la
imprescindible prostituta. Pasará una hora. Algunos habrán ingresado en el
albergue nocturno municipal, que linda con la taberna; pero el personal aumenta
y ¡oh! desde estas horas contemplaréis el verdadero espectáculo de la miseria
moral de aquella gente. Os hace el efecto de estar en un penal; recordáis caras
vistas en éste; por vuestra imaginación pasan recuerdos del tipo verdaderamente
criminal, y os ahoga esa atmósfera y queréis salir”
Max Bembo era uno de los alias de un pedagogo llamado José Ruíz Rodríguez, impulsor de escuelas para niños desamparados. Anarquista, de los que pugnaban por conseguir que entrasen la luz y el agua corriente en los barrios bajos
y que desapareciesen las prostitutas y la drogadicción, y que sirvieron de coartada para que se
abrieran nuevas vías en el barrio y se tirasen edificaciones, tantas se tiraron que quedó convertido en un lugar donde apenas vive nadie. Esa luz y esa agua corriente y esas avenidas
anchas entraron en el barrio al tiempo
que sus habitantes se iban del mismo.
Frederic Ballel - Taberna La Mina. 1913
Coetánea del escrito de Max Bembo fue una fotografía de Frederic Ballell que al ser publicada en un número especial de L'Esquella de la Torratxa (nº 1789, 1913. Els Barris Baixos de Barcelona. Número coordinado por Juli Vallmitjana) multiplicó el impacto que pudo haber causado el libro de Max Bembo y obró el efecto de fijar la idea que desde entonces tenemos de La Mina. Un lugar sucio, oscuro a pesar de los varios puntos de luz, que se prolonga hacia un fondo que no se ve donde termina y que reúne a una serie de personas cuyas circunstancias sociales ya las debieron de derrotar desde el mismo momento de nacer.
Frederic Ballel - Taberna La Mina. 1913
Otro de los creadores de la imagen de marca de la taberna, y en este caso muy principal, fue Francisco Madrid en
el número uno de la revista El Escándalo en 1925, donde retrata el barrio con imágenes de
una sordidez entre cutre e ingenua: “la llaga de la ciudad” “el domicilio de la
mala gente”, y que convierte al pobre
tugurio en la gran taberna del barrio chino,
conjugando el texto el nacimiento de una denominación para los
barrios bajos de Barcelona -el Barrio
Chino desde entonces- con la asunción de
que en el Barrio Chino había una taberna y esa taberna era La Mina.
Francisco Madrid - Revista El Escándalo, nº 1. 1925.
Por Francisco Madrid sabremos que la taberna tiene un cuarto con un tabique de madera al que le faltan los cristales, donde está instalada la mesa del burro. Cruzando la taberna se accede al patio de La Mina donde se encuentran dos casas de dormir.
El texto de La Campana de Gracia que pongo a continuación, del año 1927, no es otra cosa que el compendio de lugares comunes que el republicanismo de izquierda tenía sobre las tabernas del barrio chino. Lugares sucios y sórdidos, donde se recogen putas y malhechores.
La Campana de Gracia. Autor desconocido. 1927
En 1938, la Editorial Sopena, en aquellos años una empresa colectivizada y dirigida por obreros de UGT y CNT, compone, imprime y encuaderna la novela Los de ayer de Rafael Vidiella, uno de los dirigentes del PSUC. El hilo conductor de la novela es Bernabéu, un anarquista, narra sus peripecias y las de su entorno social durante los años 1917 y 1918, y su marco geográfico es la zona que más tarde se conocerá como el barrio chino.
Vidiella había escrito el libro en los años treinta y no se publica hasta el año 1938. Tiene un capítulo dedicado a la taberna La Mina, que con diferencia respecto a los anteriores, es el texto que más atención dedica al local. Bernabéu entra en el tascucho, lo que da la oportunidad a Vidiella para entretenerse dando información del local y sus gentes:
"La Mina" era una taberna con dos entradas: una en la calle Arco del Teatro, y otra en la del Cid. Estas dos entradas o salidas -según el peligro policiaco penetrara por una de ellas, cuando no por las dos, y entonces convertiase en una ratonera- eran seguramente lo que la convertían en mina.
Un mostrador largo, forrado de cinc. Sobre el mostrador, platos con tajadas de bacalao y arenques fritos y en escabeche, a diez céntimos la pieza. Si a algún cliente novato se le ocurría pedir un poquito de jamón o salchichón, para acabarse de tragar el vaso de vino, le tomaban por extranjero y decíanle los mozos de la taberna:
-Eso se llama pan; eso otro, arenque, y eso otro, bacalao.
¡Tan convencidos estaban de que en el mundo no existía otra clase de comida!. Detrás del comedor, pipas de vino y botellas con licores variados. Los conocimientos de la mayoría de los parroquianos y de todos los mozos, tan escasos respecto a la diversidad de comestibles, eran erutidísimos en cuanto a bebidas. Conocían todas las marcas de vinos y licores. Si por casualidad hacía resaltar alguien este hecho, el dueño, conocedor de su clientela, solía contestar:
-¡Los flamencos no comen ni duermen!
Poca gente había cuando entró Bernabéu. Cuatro jugadores de mus ocupaban una de las mesas. Una vieja harapienta, que ofreció al tabernero media docena de botellas de gaseosa, vacías (que no le quiso tomar Pascasio), por un pedazo de bacalao y otro de pan, comía su mísero condumio en un rincón.
Bernabéu se encuentra en La Mina con un abogado que no ejerce y se dedica a asesorar a los delincuentes; en una mesa, dos picadores y dos colilleros se juegan unos céntimos al dominó, aparece un empleado municipal, conocido por El Misericordioso, afiliado a los lerrouxistas, y dedicado a modificar el censo electoral en favor de su partido y que llega acompañado por un guitarrista, un cantaor y otras personas. Uno de los acompañantes de El Misericordioso es convencido por la vieja harapienta que come bacalao para que la acompañe adonde podrá acostarse con una niña de catorce años.
Portada del libro de Rafael Vidiella.
Hay un dato que me lleva a pensar que La Mina fue una de tantas tabernas como
había en el barrio chino, ni más canalla ni más familiarizada con la pequeña
delincuencia que el resto. Y es que así como hay locales que aparecen una y
otra vez en la crónica de sucesos por haber sido lugares de reunión de bandas
criminales, o por la frecuencia con la que se producen altercados en ellos, La Mina no
aparece apenas en la prensa de la época. Ni hay bandas que se refugien en el garito, ni es denunciado el local
por victimas de robos, ni se producen peleas que terminen con detenidos. No me sorprende, La Mina es un
establecimiento de cierto tamaño y hay negocios y reuniones que buscan un ambiente recogido con pocas miradas que La Mina no podía ofrecer. . En La Mina, el tráfico de gente era incesante. Hay quien acude a beber, quizá para
más tarde dormir apoyado en la mesa, y hay quien entra en La Mina de paso para
los dos casas de dormir que hay en su patio trasero. Acudirían al garito los periodistas y reformadores. Se aturdirían con los olores y el trasiego de gente, y bautizarían a la taberna como lugar principal de las lacras que perseguían.
Sabemos que en 1908 la taberna ya estaba abierta y con el nombre que la hizo famosa. Su titular era un tal Pedro Matarrodona que la anunciaba como bodega, taberna y casa de comidas. La taberna se levantó sobre lo que había sido una fábrica que Francisco Madrid llama Can Rocamora, añadiendo que se trató de la primera fábrica de espelmas de España, lo que apunta a la fábrica de jabón y bujías esteáricas de Rocamora Hermanos que cerraron el centro de Arco del Teatro en 1885. Antes de los Rocamora, el lugar había estado ocupado por la casa fábrica de Antonio Cabanellas de quien aparece un plano en el Arxiu Historic de la Ciutat del año 1846, asimismo dedicada a la fabricación de jabón.
Una foto de los años cuarenta/cincuenta de autor desconocido tomada desde la calle del Olmo. Al fondo, bajo la flecha, la taberna La Mina.
No hay más historia que ésta de La Mina. Se mantuvo en su línea, sirviendo bebida y comida y a lo mejor permitiendo que aquellas personas que llegaban tarde a las casas de dormir de su patio trasero se quedaran dormitando por la noche recostadas en una de las mesas. La especie que circula sobre el procedimiento para pernoctar en La Mina, y de la que se hacen eco tanto Paco Villar en su libro sobre el barrio chino, como Lluis Permanyer, al menos a efecto de rumor, dice que a determinada hora se arrimaban los bancos a la pared, se extendía una cuerda de extremo a extremo que sujetaba a los que sentados en el banco iban a pasar la noche en el local y a primera hora de la mañana, se desataba la soga cayendo los durmientes al suelo y despertando. Esa soga y esos durmientes, esa historia sobre el modo de dormir, parece una de tantas leyendas que ha generado el barrio chino.
En 1927 estuvo muy cerca de rodarse una película con Angel Marsá de guionista y dirigida por uno de los hermanos de Baños que se pensaba titular "La hija del pecado" y que se hubiese desarrollado en el barrio chino, con la taberna La Mina como uno de los escenarios de la misma. No tengo noticias de que el proyecto llegase a cuajar.
Entre los años sesenta/setenta, el edificio fue derribado.
En el patio trasero de La Mina y abriéndose tanto a la taberna como a la calle del Cid daban servicio dos casas de dormir, Cal Jaume y Cal Ventura. Al menos una de ellas se levantaba sobre un albergue municipal que se inauguró a finales de 1904 y se mantuvo operativo hasta julio de 1924.
Plano de la casa-fábrica de Antoni Cabanellas del año 1846. Entre Arco del Teatro (Trentaclaus en el plano) y Cid.
Una foto de los años cuarenta/cincuenta de autor desconocido tomada desde la calle del Olmo. Al fondo, bajo la flecha, la taberna La Mina.
No hay más historia que ésta de La Mina. Se mantuvo en su línea, sirviendo bebida y comida y a lo mejor permitiendo que aquellas personas que llegaban tarde a las casas de dormir de su patio trasero se quedaran dormitando por la noche recostadas en una de las mesas. La especie que circula sobre el procedimiento para pernoctar en La Mina, y de la que se hacen eco tanto Paco Villar en su libro sobre el barrio chino, como Lluis Permanyer, al menos a efecto de rumor, dice que a determinada hora se arrimaban los bancos a la pared, se extendía una cuerda de extremo a extremo que sujetaba a los que sentados en el banco iban a pasar la noche en el local y a primera hora de la mañana, se desataba la soga cayendo los durmientes al suelo y despertando. Esa soga y esos durmientes, esa historia sobre el modo de dormir, parece una de tantas leyendas que ha generado el barrio chino.
En 1927 estuvo muy cerca de rodarse una película con Angel Marsá de guionista y dirigida por uno de los hermanos de Baños que se pensaba titular "La hija del pecado" y que se hubiese desarrollado en el barrio chino, con la taberna La Mina como uno de los escenarios de la misma. No tengo noticias de que el proyecto llegase a cuajar.
Entre los años sesenta/setenta, el edificio fue derribado.
En el patio trasero de La Mina y abriéndose tanto a la taberna como a la calle del Cid daban servicio dos casas de dormir, Cal Jaume y Cal Ventura. Al menos una de ellas se levantaba sobre un albergue municipal que se inauguró a finales de 1904 y se mantuvo operativo hasta julio de 1924.
Inauguración del albergue municipal. La Vanguardia - 31 de diciembre de 1904
En la Ilustració Catalana del año siguiente, nº 135, aparecían dos imágenes del nuevo albergue municipal.
A partir del año 1925, el albergue, propiedad del Muy Ilustre Sr. D. José Mª de Bofarull y de Olzinellas, barón de Ribelles pasó a desarrollar las funciones de albergue para menesterosos con carácter privado con el nombre de Cal Jaume.
1933. Revista Estampa. Autor desconocido.
Autor desconocido. Años treinta. Cal Jaume.
Margaret Michaelis. 1934.
Kati Horna. 1936. Entrada por la calle Cid 12 a las casas de dormir. La cortina metálica del edificio de la derecha es la entrada a La Criolla.
Detalle de la foto anterior sobre el marco de la puerta indicando que Cal Jaume tiene la entrada por el patio a mano derecha.
Esquema de la taberna La Mina, los patios interiores y las casas de dormir confeccionado por mi sobre un plano de 1944. "CALLE" es la calle Arco del Teatro, "C." es calle del Cid, las zonas de color más claro son patios.
Calle del Cid. La flecha indica el número 12 de la calle que daba entrada a las casas de dormir y a los patios traseros de La Mina. Detrás aparece La Criolla (revista Nuevo Mundo, 1932).
Fotografía del edificio interior del patio de La Mina que albergaba Cal Jaume (años sesenta. Album familiar de Rosa María Llorens Herrero).
Qué estupendo post, que bueno me ha encantado y que bien documentado, te he visto en BARCELONASFERA, eres muy meticuloso.
ResponderEliminarUn abrazo lo haces perfecto y con tanta documentación.
Muchas gracias.
Muchísimas gracias, Mª Trinidad. Me llenan de orgullo tus comentarios.
ResponderEliminarMuy bueno, si señor
ResponderEliminarMuy bien documentado y comentado. Felicidades
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYa me gustaría tener la suficiente información como para dar una respuesta rotunda a lo que pregunta, pero no es el caso. Yo no conozco la existencia de ninguna taberna en la calle de la Mina en los años en que estuvo abierta la taberna de la calle Arco del Teatro. La Mina era y es una calle pequeña. Hubo un establecimiento importante Balneario Barcelonés que estuvo en funcionamiento unos 50 años. En 1915 puso a la venta todo el mobiliario. Fuera de ese balneario, solo conozco alguna que otra pequeña empresa, nada más.
ResponderEliminarUna cosa que puede explicar la identidad de nombres, es que el patio trasero de la taberna de La Mina, terminaba en la calle del Cid a la altura de la calle La Mina. Puede que esa circunstancia explique que se le pusiese el nombre de la Mina a la taberna. Pero lo que digo es una especulación que tiene como única base lo que le acabo de decir.
Gracias
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