Branguli. En la calle Hospital, frente a la plaza de San Agustín.
El número 49 de la calle Robador
albergó durante varios decenios un establecimiento de burras de
leche. Burras que se ordeñaban para comercializar su leche. El consumo de la leche de burra era por sus efectos terapéuticos, un
alimento-medicamento. Se suponía que mejoraba la fluxión de pecho
de los enfermos de tisis y otras enfermedades respiratorias.
"la llet de burra a la nit, al
malalt estova el pit".
Se alababa la facilidad con que la
digerían los enfermos en periodo de convalecencia. También se usaba
en el proceso de destete y como reconstituyente. Así que cuando en
una familia alguien se encontraba en una de esas circunstancias una
de las opciones era contratar el servicio de un establecimiento de
burras de leche.
La Vanguardia. 1893.
Durante el periodo de tiempo contratado, el burrero
pasaría con las burras por el domicilio del enfermo y a la puerta
del edificio y delante de alguien de la familia, ordeñaría la
cantidad pactada. Era importante la presencia de un familiar del
enfermo en el proceso de ordeño. Se trataba de un producto caro y no
se podía descartar la posibilidad de que les diesen el pego y les
proporcionasen un liquido que no era el solicitado.
Fue popular, entre los años noventa
del siglo XIX y finales del segundo decenio del siglo XX, el paso de
las burras por las calles de Barcelona. Varios escritores las evocan
en sus memorias, Sagarra, Gaziel; las mencionan Pitarra, Rodoreda,
Pla. Recuerdan el asombro de los niños que fueron, a la visión del
paso de 3 o 5 burras que llevaban al lomo una manta colorada con la
dirección del establecimiento, el cuello rodeado de cencerros que
precedian su marcha y guiadas por un burrero tocado con una gorra con
visera.
Sagarra - Memories.
De los varios locales dedicados a esta industria, el más
popular fue el de la calle Robador. Probablemente por el ardid
publicitario de cubrir a las burras con la manta de color rojo en
donde se insertaba el nombre del establecimiento.
L'esquella de la Torratxa. 1915. Autor desconocido.
De hacer caso al texto de un anuncio
del establecimiento de la calle Robador, en 1892 llevaba 60 años
dando servicio al público, lo que situa a principios de los años
treinta del XIX el origen del citado comercio que es aproximadamente
la fecha en que se construyó el edificio del número 49 de la calle
Robador. Es un dato poco verosímil. En la guia de Barcelona El Consultor de 1857, se señala un local de la calle Picalquers como el que inaugura el comercio de leche de burra en Barcelona y situa su nacimiento dos años antes de la edición de la guia. Relaciona los lugares donde se puede adquirir leche de burra y entre ellos no aparece el establecimiento de la calle Robador.
El Diluvio. Enero de 1892.
El Consultor. 1857
Parece que el negocio de las burras de
la calle Robador desapareció a principios de los años veinte del
siglo pasado. En 1920 se anuncia en La Vanguardia la venta del
negocio. Un artículo de 1923 en L'Esquella de la Torratxa habla con
sorpresa de la visión de tres burras de leche por las Ramblas. Como
si fuese una visión que viniese de cuando el articulista era niño.
algo que ya formaba parte del recuerdo y no de la realidad. No
encuentro una relación contemporanea posterior a la de L'Esquella.
La Vanguardia. Julio de 1920.
No tenía idea de este tema, me has dejado sorprendida y encantada, eres un pozo de sabiduría, muchas gracias Josep, un abrazo.
ResponderEliminarTenemos que hacer aflorar las historias de Barcelona, antes de que desaparezca su recuerdo ahogado por apartamentos turísticos y generaciones adánicas de las que piensan que la historia empieza con ellas. Un fuerte abrazo, Mª Trinidad.
EliminarTal cual me lo contó mi abuela, que vivía en el carrer Ample, años 1910
ResponderEliminarCerca del carrer Ample, en la Plaça dels Traginers, hubo un establecimiento de burras de leche que debió de ser el más grande de toda Barcelona. Constan 30 burras en 1886 y tengo referencias de la continuidad del negocio hasta 1905, lo que solo significa que no he encontrado datos posteriores. Es posible que los recuerdos de su abuela los provocasen las burras de ese establecimiento. Curiosamente, y siendo a lo que parece de mayor entidad que el de la calle Robador, no dejó la misma huella que este. Quizá la manta colorada con el nombre de la calle Robador constituyó un hecho diferencial.
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