Pudiera ser que la información que ofreció la policía sobre
el enfrentamiento armado que tuvo lugar
el día 24 de diciembre de 1920 en el Barrio Chino fuese cierta.
Pudiera ser, por tanto, que todo hubiese empezado como una disputa entre dos grupos de pequeños
delincuentes enfrentados por diferencias en el reparto del botín que conseguían
haciendo de trileros en las cuatro esquinas, el cruce de las calles Migdia y
Cirés con Arc del Teatre.
Pudiera ser que fuese cierta, aunque cabe sospechar que la
circunstancia de que la mayoría de la
prensa –y la totalidad de la de Barcelona- limitase a esa información oficial la noticia del suceso
tiene algo que ver con el hecho de que dicha prensa estaba en Barcelona
sometida a la censura previa. Antes de
editar había que pasar por el censor.
El caso es que para tratarse de una simple riña de tantas como
debía de haber en el entonces distrito V, cabe decir sin forzar el adjetivo, que el
resultado fue desmesurado: 6 muertos y varios heridos. En el número de heridos nunca se
pusieron de acuerdo, ni tampoco, como ahora veremos, en el número y nombre de los muertos.
La policía, policía dirigida por Arlegui, un hombre de
Martinez Anido, se encargó de subrayar
desde el primer momento que aquello que
había terminado en una escabechina no tenía nada de social, a los conflictos
entre la patronal y los sindicalistas se los calificaba de sociales, y que era el resultado de una querella entre maleantes.
Martínez Anido, cada vez que aparece su nombre relacionado
con alguna muerte en la Barcelona de los primeros años veinte del siglo pasado,
tiñe esa muerte de sospecha sobre su causa.
Recordemos unos pocos datos que
pueden dar alguna luz sobre una historia que aún no empiezo a contar.
Martinez Anido, que ya en calidad de gobernador militar de Barcelona tuvo una
participación decisiva en la huelga de la Canadiense sacando las tropas a la
calle, había sido nombrado gobernador civil de Barcelona en noviembre de 1920, unos días antes del suceso que nos interesa.
Fuerzas del ejército durante la huelga de la Canadiense.
Martinez Anido, muy próximo a los intereses de la burguesía
catalana, y con plena libertad tras ser designado gobernador civil para impulsar
cualquier iniciativa que tuviese la finalidad de terminar con el enconamiento del conflicto entre empresarios y
la CNT que desde la huelga general de 1917 ya había causado varias decenas de
muertos, tomó
medidas en varias direcciones para terminar con la fuerza de la CNT.
Se disolvió el sindicato obrero; se
detuvo a sus dirigentes, muchos de los
cuales fueron trasladados al presidio de la Mola en Mahón, junto a ellos también encarceló y trasladó a
La Mola a un joven concejal que como abogado se había destacado en la defensa
de varios sindicalistas, de nombre Lluis
Companys; se declaró la censura previa
de prensa; el sindicato Libre, creado
poco antes, fue llenado con pistoleros
que se enfrentaron a tiros con los activistas de la CNT; se potenció el
Somatén, una milicia para proteger el
orden público y los intereses de las clases bienestantes.
Los muertos de uno y otro bando pronto dejaron de ser noticia al convertirse en algo
cotidiano.
En enero de 1921 se aprobó por el consejo de ministros la conocida
como “ley de fugas” que dio mayor cobertura legal a la policía que asesinaron a
numerosos sindicalistas con la excusa de que conducidos como presos, habían
pretendido escapar. Ese año 1921 en que
se aprobó la ley de fugas, hubo más de
doscientos atentados terroristas en Barcelona, la mayoría contra sindicalistas.
A la salida del gobierno civil de Martínez Anido, en octubre de 1922, se
contaban en más de doscientos los sindicalistas muertos y se había descabezado
el sector radical de la CNT.
El 24 de diciembre de 1920, cuando la balacera que nos interesa sobresaltó
al Barrio Chino, Martínez Anido llevaba poco más de un mes en el cargo de
gobernador civil y aún no se había aprobado la ley de fugas, así que cabe la
posibilidad de que las declaraciones de la policía, a cuya cabeza se encontraba
Arlegui, un hombre de Martínez Anido, se correspondan con la realidad.
Si La Mina era la gran taberna del Barrio Chino al decir de Francisco
Madrid en el número 1 de la publicación El Escándalo, la calle Migdia era la
calle principal del barrio.
Allí donde confluían desde los obreros que
malvivían en los cuartos sin ventilación de las casas leprosas, a las prostitutas que llenaban los muchos
centros de comercio de la carne, los travestidos que dominaban las noches de la
calle Cid y Perecamps, los vendedores de la coco, como se conocía a la cocaína,
los trileros, pequeños delincuentes,
gentes que se buscaban la vida.
La calle Migdia al modo de un agujero negro
chupaba las vidas de quienes quedaban varados en sus aceras sin capacidad para
volver a salir a flote. En el año 1920, la zona aún se conocía con el nombre de barrios
bajos, El Escándalo no aparecería, y con su primer número la denominación por
Francisco Madrid de Barrio Chino, hasta el año 1926.
Vayamos a la mañana de aquel día 24 de diciembre.
En las conocidas como cuatro esquinas, allí donde Arc del
Teatre se encuentra con la unión de la calle Migdia y Cires, casi el centro
geométrico de los barrios bajos, la parte del entonces distrito V por debajo de
la calle Conde del Asalto y ahora Nou de la Rambla, se solía jugar a “los
pastos”, un juego con tres cartas que aún hoy practican los trileros en las
Ramblas, con la finalidad de desplumar a
los incautos. Para ello, un grupo de
pequeños delincuentes organizaba toda
una estrategia, con un ingenuo que mostrándose
manifiestamente torpe ganaba al que repartía las cartas y daba a entender que entrar
en el juego era una buena inversión y con otros vigilando y que avisaban cuando
aparecía a lo lejos la policía, de regular numerosa en la zona.
Dice la policía que la mañana del día 24, ese grupo de delincuentes,
en el lugar donde usualmente timaban a
los incautos mediante el juego de “los pastos”, se puso a reñir, quizá por el reparto del
botín conseguido, y de las palabras pasaron a los hechos sacando las pistolas y disparándose entre ellos.
Uno de los delincuentes cayó muerto y el sargento de los cuerpos de seguridad,
Fernando Navarro, que por allí rondaba, dándose
cuenta de lo que sucedía, hizo sonar el
silbato propio de su dotación de agente del orden. Silbato que fue oído por
otros agentes, uno de ellos José Algarra
guardia municipal, que prestos acudieron
al lugar.
Los delincuentes abandonando su disputa dirigieron las armas a los
policías y al tiempo que les disparaban se dieron a la fuga. Un grupo de ellos
tomó el camino del Arc de Cires y pasó a Conde del Asalto. A partir de ese momento, la crónica periodística, que es un trasunto literal de la información
que proporciona la policía, cual si del
ojo de una cámara de televisión se tratase, sigue a ese grupo de delincuentes y
abandona su interés por los que cabe suponer que huirían en otras direcciones
de los que ya no volveremos a saber nada más.
Llegados que fueron los delincuentes a la calle Conde del
Asalto, torcieron a la derecha hasta llegar a la
calle San Ramón que remontaron hasta el número 13 donde intentaron refugiarse
en el interior de una tocinería. Entraron,
volvieron a salir de inmediato disparando
a diestro y siniestro, y el sargento
Navarro que los seguía se olió que uno de los pistoleros bien podía haberse
escondido en la tocinería. Así, que entró en la
misma y, en efecto, allí dio con El
Pernales, uno de los jefes de la banda, parapetado tras el mostrador, al que abatió a disparos de su arma, mientras
se defendía de los tiros de El Pernales.
Murió este último y el sargento Navarro tuvo
la fortuna de salir del lance solo con una herida en la mano.
En la calle San Ramón, los agentes del orden se encontraron
con la ayuda de un sargento de la comandancia de artillería que al ver el
fregado acudió presto en socorro de la
partida de perseguidores y golpeó con su
sable a uno de los que huían, a resultas
de lo cual el delincuente cayó al suelo. Cuenta la policía que en el suelo, el
delincuente se revolvió y disparó al sargento, de nombre Pascual Ancho Marcuello,
sin alcanzarle pero la respuesta del malhechor
obligó al militar a golpear de nuevo con
el sable al caído, una vez más y otras tantas, porque
fueron varios los golpes que con el sable le propinó en la cabeza. El rifirrafe
terminó con la vida del delincuente.
Terminada la batalla, los heridos –malherido alguno de ellos-,
fueron trasladados a la casa de socorro
de la calle del Marqués de Barberá.
El lance terminó con cinco muertos que a los tres días se
convirtieron en seis al fallecer otro de los guardias herido de gravedad.
Esta es la relación de fallecidos:
Tres agentes del orden muertos:
Juan Sanchez
Martinez, natural de Albacete, de 43 años y guardia de seguridad. Ingresó
malherido
en la casa de socorro y falleció poco después de ingresar en el
Hospital de la Santa Cruz que por aquellos años aún se encontraba en la calle
de Sant Pau.
Antonio Valero, guardia de seguridad, que murió de herida
diversas, una de ellas en la región precordial y otra en la región torácica.
Fernando Sanchez Mateo, de Lorca, Murcia. Herida en vacío derecho de
pronóstico muy grave. Trasladado al Hospital
de santa Cruz. El día 27 de diciembre
falleció.
Una niña de seis años, Carmen Fernández Ibáñez, de seis años
de edad, y avecindada en la calle Arc del Teatre que murió por los efectos de
una herida de bala en la región lumbar, ingresando ya cadáver en la casa de
socorro.
Antonio Roda, que es el nombre de El Pernales, con varias
heridas que muere ya en la tocinería o, la prensa discrepa en este caso, al
poco de ser trasladado a la casa de socorro.
Y, por último, una persona de nombre Luis Dufour, al que
cada periódico apellida el primer día de un modo diferente, Fitur, Figur,
Dafur, Dafour… pero que terminan coincidiendo en que su verdadero apellido es Dufour
y del que sabremos por declaraciones posteriores de sus hermanos que no se
trataba de un delincuente sino de un obrero en una empresa de esterería y
miembro de la CNT. También conoceremos que en el bolsillo del gabán de este
fallecido se halló un cargador de pistola.
Estos son los seis muertos y ahora volveremos sobre ellos.
Asimismo hubo varios heridos de los que solo conocemos el nombre
de tres: Fernando Navarro, el sargento que como conocemos por la información de
la policía con su silbato dio inicio a la persecución policial y que dio muerte
a El Pernales. 53 años, natural de Huesca. Fue herido por una bala en la muñeca
izquierda.
José Algarra, guardia municipal, que quedó hecho un cristo
con varias heridas en el abdomen, amén de otras tantas en muslo, hombro, brazo
y nariz. Los primeros días, la prensa informó en alguna ocasión que había
fallecido, lo que no fue el caso.
Jose Marsillach, de 48 años, de Lérida, agricultor, pasaba por allí. Heridas en cuello, y maxilar. ¿Qué haría un agricultor de Lérida en una zona tan
conflictiva de Barcelona? Conociendo el ardor de alguno de mis paisanos no es
preciso consultar la güija para suponer que quizá su presencia en el lugar
tenía que ver con el propósito de aliviar el vientre de penas, el bajo vientre.
Contamos y recontamos y no encontramos a un muerto. Aparte
de los tres muertos miembros de las fuerzas de seguridad, y de la niña de seis
años, aparecen otros dos fallecidos: El
Pernales, y Luis Dafour de quien no sabemos que heridas tenía, donde fue herido
y por quien.
Del relato de la policía, queda patente que hubo tres muertos del grupo de supuestos delincuentes:
el primero de ellos, en la riña en las cuatro esquinas, donde empezó la
refriega. Es un muerto necesario para la
explicación policial porque justifica la contundencia de la intervención de las
fuerzas de seguridad. Sin un muerto en las cuatro esquinas, malamente puede
explicarse la respuesta armada de los policías y el hecho de que hubiese
muertos entre los policías y entre los vecinos del lugar. Así, que de creer la
versión policial, ahí ya han un muerto.
Un segundo muerto a manos del sargento con el sable, al que
hieren en la cabeza, esos pormenores de
los golpes de sable en la cabeza no cabe explicarlos por fabulación del
sargento de artillería, el sargento tuvo
que actuar y lo hizo del modo más contundente, y, tercero, El Pernales en la tocinería. Hay tres muertos
y solo dos cadáveres. De hecho, cuando días más tarde son enterrados los delincuentes,
el número de muertos continúa siendo dos.
¿Qué informaciones se le escapan a la prensa a pesar de la
censura previa? Son informaciones que
recoge la prensa madrileña. Nadie, salvo
la policía y la prensa cuando por razón de la censura hace de vocero de la
policía, menciona el juego de cartas y la riña desencadenada por diferencias
con el reparto del botín o por desavenencias
entre los diversos miembros del grupo de desaprensivos dedicados a esquilmar a
los incautos que se aventuran por el lugar.
El periódico La Voz de Madrid, se hace eco de la información
que se censuró al Noticiero Universal, que informaba que Pernales era un
sindicalista de la CNT, que el día anterior en la calle Montserrat había
apuñalado a una persona del sindicato libre y la riña fue la consecuencia de
que compañeros del apuñalado habían ido
a buscarlo y a saldar cuentas. Al verse
herido, Pernales salió de estampida y fue entonces cuando los guardias de seguridad
fueron tras él.
Asimismo, La Voz, recoge otra posibilidad. Relaciona el
tiroteo en Arc del Teatre con la muerte un rato antes, en la calle de la
Boquería de un miembro del Sindicato Libre a manos de la CNT. Ese comando de acción de la CNT al pasar por
Arc del Teatre encontrarían casualmente a El Pernales y le dispararon por ser
un renegado. Algarra, el guardia de
seguridad, que los seguía desde la Boqueria, intervino.
ABC de los días 26 a 28 da varias versiones de lo sucedido. Al
igual que La Voz, menciona la supuesta relación del tiroteo con la muerte poco
antes en la calle de la Boqueria de una
persona del sindicato libre. Es una versión en la que insiste uno y otro día. Señala que Luis Dafour era miembro de la CNT y
que quizá lo que hubo fue una agresión de Luis Dafour, al parecer miembro de un
grupo de acción de la CNT contra El Pernales que de ser miembro de la CNT había
pasado a ser un confidente de la policía y miembro del sindicato libre.
La Acción, otro periódico de Madrid, del día 27, con los mismos datos que ofrece ABC,
es quien más elabora la hipótesis de la relación entre el muerto de la
calle Boquería y los disparos en Arc del Teatre.
La noche del 23, El Pernales apuñaló a un
sujeto de la CNT en la calle Montserrat.
El día 24, un grupo de acción de la
CNT disparó y mató a un miembro del sindicato libre en la calle Boquería y
salió huyendo.
Al pasar por Arc del Teatre, se dieron de bruces con El Pernales
de quien conocían su anterior militancia en la CNT y que ahora formaba parte del
Sindicato libre y le dispararon con el
ánimo de terminar con su vida. De ahí la muerte en las cuatro esquinas de Luis Dafour.
En sucesivos días, La Acción elabora más la
hipótesis y explica que mientras miembros de la CNT y El Pernales se
disparaban, Fernando Navarro en su condición de agente del orden, sopló su
silbato a cuya llamada acudieron Fernando y Juan Sanchez, Antonio Valero y
Algarra lo que provocó que los que reñían huyeran.
Esta es una hipótesis que no explica la razón por la que El
Pernales, miembro, de creer a La Acción y ABC, del sindicato libre, en lugar de
ponerse a disposición de la policía para detener a los miembros de la CNT que
habían asesinado a un miembro de su sindicato poco antes, huye de la policía, y
perseguido por esta, se esconde en la tocinería, dispara contra el sargento
Navarro y muere por los balazos que le propina el sargento.
Continua escamoteado el muerto del sargento de artillería con
el sable. ¿Dónde está y quien es esa persona? ¿por qué no aparece? ¿Quién lo ha
visto?
No tiene el menor sentido lo que cuenta la policía desde el principio:
una riña entre dos grupos de delincuentes que termina con tres miembros de las
fuerzas de seguridad muertos y otros dos heridos, uno de ellos malherido.
No
tiene sentido la versión que ofrecen ABC y La Acción, que es una versión que
censura el gobierno civil de Barcelona y si se censura es porque señala que contra lo que dice la policía si se
trata de un episodio de un conflicto social.
No tiene sentido que huyeran los supuestos
delincuentes por Arco de Cires cuando por cualquiera de las otras tres opciones
de salida que permiten las cuatro esquinas , la posibilidad de
desviarse y perder de vista a los perseguidores es preferible.
En mi opinión, hay
que descartar con toda seguridad la versión policial, puesto que aparece un muerto de los grupos de
acción de la CNT y otro de los muertos al menos había sido miembro de la CNT y quizá –o no-
miembro en ese momento del Sindicato Libre. Descartar supone, por otro lado,
abandonar la idea de la falta de profesionalidad de la policía. De seguir con
la misma, tendríamos que aceptar que detener a unos delincuentes de poca monta,
se salda con tres muertos de la policía, una niña de seis años asimismo muerta,
y varios heridos entre los paisanos que
tuvieron la desgracia de cruzarse en la trayectoria de las balas, y entre los policías, alguno muy grave como
Algarra. Pero hay más, en un suelto de La
Vanguardia del día 30 se nos informa del sepelio de El Pernales y, de esto modo
lo califica la nota del periódico, Luis Dafour, v ¡¡¡compañero del anterior!!!.
Decía Sherlock Holmes que cuando todas las opciones han sido
descartadas, la que queda por improbable que parezca por fuerza ha de ser
cierta, y descartadas la opción del choque entre delincuentes y la opción de un El Pernales miembro del
Sindicato Libre y muerto a manos de un policía, la opción que queda es que lo
que sucedió es el resultado de una encerrona de la policía a un grupo de acción
de la CNT.
No hubo tal muerto en las cuatro esquinas porque, ambos, El Perales
y Dufaur huyeron del grupo de policías que les iba cerrando el paso y no les
quedó otra vía libre que la que ofrecía Arc de Cires.
Eso explica que El Pernales muriera por
disparos del sargento Navarro puesto que el objetivo del operativo era terminar
con su vida y la de su compañero Dufaur. Y cabe suponer que el muerto por
golpes de sable en la calle San Ramón sería el propio Dufaur.
Ay, especulaciones!. A saber con qué fundamento.
=================================================================
*Todas las fotografías, salvo las del ejército durante la huelga de la Canadiense cuyo autor es Branguli, proceden del número de 5 de enero de 1921 de la revista Mundo Gráfico. De una de ellas se conoce el autor, Badosa. Es la fotografía de las cuatro esquinas. La caricatura de Anido es de Picarol y celebra su marcha del gobierno civil en 1922. Fue publicada en la Esquella de la Torratxa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario