viernes, 17 de febrero de 2017

Alcázar Español. Calle Unión, 7.

                Alcázar Español decorado como taberna apache, a la moda de París.  Dibujo de Opisso. L'Esquella de la Torratxa. 1916.



A mediados del siglo XIX, y procedente de París, se extiende en España un tipo de local público que se llamará Café Cantante o Café Concierto, que arraiga con especial fuerza en Barcelona. Se trata de establecimientos donde el público, al tiempo que degusta las especialidades de la casa, distrae el tiempo viendo un pequeño espectáculo, baile flamenco, acrobacia, danza.

A final de siglo, tres de los cafés cantantes sobresalen sobre el resto. Los tres son salas de espectáculo que aún sobrevivirán durante decenios. El Café de la Alegria en Conde del Asalto 12, que a partir de 1887 se llamará Eden Concert; el Café Sevillano en la calle Ginjol 3, que con ocasión de la exposición de 1888 cambiará su nombre por el de Alcázar Francés, que luego se llamará Palacio de Cristal y que por último y durante años, hasta los albores de las Olimpiadas de 1992, conoceremos como La Buena Sombra; y el Café Concierto Barcelonés en la calle Unión 7, que más tarde será el Café de la Unión y ya en 1888 se llama Alcázar Español.
 
De los tres, el menos sofisticado fue el Alcázar Español. Escribía Passarell que el Alcazar era el preferido por los tocineros, tenderos varios y dueños de las tiendas de despojos del mercado de Sants. Allí se encontraban como en familia. Caras atocinadas y dedos gordos como salchichas. Cadena de oro macizo en el chaleco. Anillos llenos de piedras. Les gustaba presumir de cupletista en los palcos, pero temían el momento de pagar. Cuando habían visitado varias veces el local y ya se sentian con la suficiente confianza, pedían un descuento y regateaban.

En La Vida de Manolo de Josep Pla hay una semblanza del lugar: “En otras épocas fue muy bonito. Su propietario era el Mero. A la entrada tenía un local grande, vacío, sin mesas, al fondo se veía una puertecilla que daba a una especie de vestíbulo. Detrás, bajando unos peldaños, se llegaba al café que estaba en un cielo raso y algunos días tenía una claraboya que daba un aire espectral y vago al calor de nicotina de pipa que tenía el local.      
Era el café cantante típico, con galerías colgantes, frecuentado por aragoneses que todavía llevaban el pañuelo en la cabeza, por estudiantes gandules, golfos de piano de manubrio con las camisetas a rayas blancas y azules y su catadura de monos y gentes del hampa y del bronce. La estrella de la casa era la Trini, una mujer alta y gorda, de caderas apretadas, muy descarada con un peinado de cuatro pisos. La Trini cantaba con una insolencia provocativa”. 
 
Passarell recordaba la presencia de tenderos. Eran de importancia para la economía del local. La otra pata de sus finanzas eran los ingresos que obtenía del juego. El vaivén de los sucesivos gobernadores civiles, unos tolerando el juego, otros prohibiéndolo, varios aceptando un porcentaje de los ingresos que se conseguía por tal motivo, fue determinante en el camino de la sala de espectáculos hacia la nada.
 
La oferta artística del local se reducía a una suma de números musicales interpretados por chicas que cantaban con estilo regular, a las que se perdonaba su pobre voz porque lucían unos senos de escándalo, y cuya intención más o menos declarada  no era tanto triunfar en el mundo del espectáculo como atraer y atrapar a uno de los gordos tenderos.  En el Alcazar confluía el mundo de la pequeña burguesía y el de las chicas bonitas del proletariado catalán. Su mayor hito consistió en haber visto debutar a una joven Raquel Meller. Es mucho, pero es el único, aunque ya me hubiese gustado ver una zarzuela psicalíptica  como las que anunciaba El Diluvio en septiembre de 1910.
 
 
Para mejorar su atractivo, a temporadas alternaban los números musicales con la emisión de películas. En el  camino de la sala de espectáculos hacia la nada, en ese vuelo rasante  siempre a punto de tropezar con el suelo y que se compone de una suma  números musicales interpretados por  chicas que cantaban con estilo regular,  a las que se perdonaba su pobre voz porque lucían unos senos de escándalo, 
Fuera de los comentarios psicalípticos  que provocaba en las publicaciones semanales la entrada de una nueva artista con mayor o menor gracia en mostrar o insinuar sus encantos,  el Alcázar Español solo asomaba en la prensa con ocasión de algún suceso,  lo que en vista de la mezcla de grupos sociales que se daba en el local, no era inusual.
 
En 1914, el mantenido de una de las artistas de la casa disparó contra ésta por el motivo de que habiéndo gastado todo el dinero de la artista, le exigió que vendiese sus muebles para poder continuar con su vida licenciosa, a lo que se negó la artista. Preso de ira,  el maquereau entró en el local y le disparó un tiro que dio en el brazo. En el acto del juicio, el fiscal apreció varias atenuantes en favor del procesado, las de arrebato y obcecación por lo que solicitó que se le impusiera una pena de 6 meses. Suerte tuvo el sujeto de que la agresión sucediera a principios del siglo XX, que de haberse obcecado y arrebatado a principios del siglo XXI, le hubiese caido la del pulpo.





En la revuelta de mujeres de enero de 1918 en protesta por la falta de subsistencias a precio tasado, uno de los dias, el segundo de las manifestaciones, el 11 de enero, viernes, se concentra un grupo numeroso de mujeres en el Paralelo, gritando contra los acaparadores. Rechazan a los hombre que quieren unirse a la concentración y deciden cerrar los locales de espectáculo. Al llegar por la calle Unión a la altura del Alcazar Español, se encuentran bajadas las persianas de hierro. Las manifestantes rompen las puertas a hachazos (esa es la versión de El Diluvio, en otro medio hablan de martillazos), entran en el local y rompen lo que encuentran a su paso.
                                                                              La Hormiga de Oro. 19 de enero de 1918.


Cuenta Sergio Vila San Juan en su libro Una heredera de Barcelona  un episodio que vivió uno de sus  abuelos en su condición de abogado y en donde intervino una cantante del Alcazar Español de nombre artístico Maria Nilo. La tal artista fue secuestrada en 1920 por tres desaprensivos que la condujeron a un hotel con la intención de estrangularla y quedarse con las joyas que  Sebastiana Togores Gomila, que a los efectos administrativos así  se llamaba  la cantante,  llevaba siempre encima.  Se conoce que los tres delincuentes no eran personas bragadas y en el intento de terminar con la vida de Sebastiana, hicieron tanto ruido que  alertaron al personal del hotel que consiguió liberar con vida a la cantante.
                                                                                Mundo Gráfico 28 de enero de 1920
                                                           
 
 El 31 de octubre de 1924, durante la dictadura de Primo de Rivera, se decreta la prohibición del juego que puede haber sido la puntilla que en pocos meses terminó con la existencia del local. A los cuatro meses de la entrada en vigor del decreto, principios de marzo de 1925, el dueño del Alcázar Español, Emilio de Mayolas, mata a su cuñado de un disparo.  Al parecer, así lo cuentan las crónicas, el empresario había entregado a su cuñado un brillante valorado en 80.000 pta para que lo empeñase. El Alcázar Español tenía problemas serios de liquidez y Emilio de Mayolas necesitaba el dinero  que podía conseguirse del empeño del brillante para reflotar el local. Su cuñado aceptó el brillante y el empresario no volvió a ver ni el dinero que tenía que conseguirse, ni el brillante. Un rebote considerable que terminó con la vida de su cuñado.

A partir de ese momento, cierra el local, que  reabre un mes más tarde con el nombre de Parisiana.

                                                                      9 de abril de 1925. El Diluvio.


Tuvo una corta existencia el music-hall Parisiana. Al año siguiente, en el mismo espacio del Alcázar Español, se abrió un cine, el cine Barcelona. Cambió su nombre por el de cine Broadway en 1931 y por cine Unión con la llegada de la dictadura franquista. En 1969,  durante las obras de habilitación de un aparcamiento de coches que sustituiría al cine, se derrumbó el inmueble causando varios muertos.

                                                                      7 de febrero de 1926. Anuncio en La Vanguardia


                Casas i Galobardes. 1933-35. Ramblas esquina calle Unión. Sobre el techo del quiosko se ve un anuncio luminoso del cine Broadway.




                                                                                  Cine Broadway. 1932.

5 comentarios:

  1. Menuda Barcelona, antigua y moderna,con sus chanchullos políticos, me parece JOSEP, que poco ha cambiado, buen post y muy detallado y meticuloso, te felicito como siempre por tu blog, lo he compartido den Google, siempre con tu permiso, mañana lo publicaré en otras redes...!!!
    Te parece bien?
    Un abrazo virtual y BFDS. Muchas gracias.

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    1. Conmovido, honrado y abrumado por tu comentario. Un fuerte abrazo, amiga Mª Trinidad, y haz como se te antoje, que estará bien.

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  2. Muchas gracias Josep, solo digo la verdad.
    BFDS, gracias.

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  3. que historia mas ajetreada la de este local. habría material para escribir una novela..... gracias M>Trinidad ..... historias de la historia.

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  4. Debo comentar que mis padres eran los porteros de la finca donde estaba el Eden Concert desde 1931 a 1962 quando fué transformado en el actual Hotel Gaudi de la familia Mestres. Soy nacido en 1924 y mi vida transcurrió en el barrio "districto V" Barrio Chino" me es muy conocido, y visitado,los lugares tan bien detallados por Mª Trinidad ( Muchas gracias por este magnifico post ) .En el libro "Cabrils,Sâo Paulo,Barcelona,un amor penden"de la escritora Emilia Illamol, esta parte de mi vida en el "Barrio CHino" y sepan que no era tan sordido como lo pintan todos ,o casi,eran gente obrera y amigable,los niños jugabamos en la calle y nunca tuvimos problemas, aun hoy " sinto saudades do meu bairro" Gracias MªTrinidad y un abrazo.

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