sábado, 7 de marzo de 2015

¿Por qué murió El Pernales en la calle San Ramón?

Pudiera ser que la información que ofreció la policía sobre el enfrentamiento armado que tuvo lugar  el día 24 de diciembre de 1920 en el Barrio Chino fuese cierta.  
Pudiera ser, por tanto,    que todo hubiese empezado  como una disputa entre dos grupos de pequeños delincuentes enfrentados por diferencias en el reparto del botín que conseguían haciendo de trileros en las cuatro esquinas, el cruce de las calles Migdia y Cirés con Arc del Teatre.



Pudiera ser que fuese cierta, aunque cabe sospechar  que  la circunstancia de que  la mayoría de la prensa –y la totalidad de la de Barcelona-  limitase  a esa información oficial la noticia del suceso tiene algo que ver con el hecho de que dicha prensa estaba en Barcelona sometida a la censura previa. Antes de editar había que pasar por el censor. 

El caso es que para tratarse de una simple riña de tantas como debía de haber en el entonces distrito V,  cabe decir sin forzar el adjetivo, que el resultado fue desmesurado: 6 muertos y varios  heridos. En el número de heridos nunca se pusieron de acuerdo, ni tampoco, como ahora veremos,  en el número y nombre de los muertos.  

La policía, policía dirigida por Arlegui, un hombre de Martinez Anido,  se encargó de subrayar desde el primer momento  que aquello que había terminado en una escabechina no tenía nada de social, a los conflictos entre la patronal y los sindicalistas se los calificaba de sociales,  y que  era el  resultado de una querella  entre maleantes.

Martínez Anido, cada vez que aparece su nombre relacionado con alguna muerte en la Barcelona de los primeros años veinte del siglo pasado, tiñe esa muerte de sospecha sobre su causa.  Recordemos unos pocos datos  que pueden dar alguna luz sobre una historia que aún no empiezo a contar.




 Martinez Anido,  que ya en calidad de  gobernador militar de Barcelona tuvo una participación decisiva en la huelga de la Canadiense sacando las tropas a la calle, había sido nombrado gobernador civil de Barcelona en noviembre de 1920,  unos días antes del suceso que nos interesa.





                                              Fuerzas del ejército durante la huelga de la Canadiense. 


Martinez Anido, muy próximo a los intereses de la burguesía catalana, y con plena libertad tras ser designado gobernador civil  para  impulsar cualquier iniciativa que tuviese la finalidad de terminar con el  enconamiento del conflicto entre empresarios y la CNT que desde la huelga general de 1917 ya había causado varias decenas de muertos,     tomó medidas en varias direcciones para terminar con la fuerza de la CNT. 

Se disolvió el sindicato obrero;   se detuvo a  sus dirigentes, muchos de los cuales fueron trasladados al presidio de la Mola en Mahón,  junto a ellos también encarceló y trasladó a La Mola a un joven concejal que como abogado se había destacado en la defensa de  varios sindicalistas, de nombre Lluis Companys;  se declaró la censura previa de prensa;  el sindicato Libre, creado poco antes, fue llenado con  pistoleros que se enfrentaron a tiros con los activistas de la CNT; se potenció el Somatén,  una milicia para proteger el orden público y los intereses de las clases bienestantes.  
Los muertos de uno y otro bando pronto  dejaron de ser noticia al convertirse en algo cotidiano. 

En enero de 1921 se aprobó por el consejo de ministros la conocida como “ley de fugas” que dio mayor cobertura legal a la policía que asesinaron a numerosos sindicalistas con la excusa de que conducidos como presos, habían pretendido escapar.  Ese año 1921 en que se aprobó la ley de fugas,  hubo más de doscientos atentados terroristas en Barcelona, la mayoría contra sindicalistas. A la salida del gobierno civil de Martínez Anido, en octubre de 1922, se contaban en más de doscientos los sindicalistas muertos y se había descabezado el sector radical de la CNT.  

El 24 de diciembre de 1920,  cuando la balacera que nos interesa sobresaltó al Barrio Chino, Martínez Anido llevaba poco más de un mes en el cargo de gobernador civil y aún no se había aprobado la ley de fugas, así que cabe la posibilidad de que las declaraciones de la policía, a cuya cabeza se encontraba Arlegui, un hombre de Martínez Anido, se correspondan con la realidad.

Si La Mina era la gran taberna del Barrio Chino al decir de Francisco Madrid en el número 1 de la publicación El Escándalo, la calle Migdia era la calle principal del barrio. 
Allí donde confluían desde los obreros que malvivían en los cuartos sin ventilación de las casas leprosas,  a las prostitutas que llenaban los muchos centros de comercio de la carne, los travestidos que dominaban las noches de la calle Cid y Perecamps, los vendedores de la coco, como se conocía a la cocaína, los trileros,  pequeños delincuentes, gentes que se buscaban la vida. 
La calle Migdia al modo de un agujero negro chupaba las vidas de quienes quedaban varados en sus aceras sin capacidad para volver a salir a flote.  En el año 1920,  la zona aún se conocía con el nombre de barrios bajos, El Escándalo no aparecería, y con su primer número la denominación por Francisco Madrid de Barrio Chino, hasta el año 1926.

Vayamos a la mañana de aquel día 24 de diciembre.

En las conocidas como cuatro esquinas, allí donde Arc del Teatre se encuentra con la unión de la calle Migdia y Cires, casi el centro geométrico de los barrios bajos, la parte del entonces distrito V por debajo de la calle Conde del Asalto y ahora Nou de la Rambla, se solía jugar a “los pastos”, un juego con tres cartas que aún hoy practican los trileros en las Ramblas, con  la finalidad de desplumar a los incautos. Para ello,  un grupo de pequeños delincuentes  organizaba toda una estrategia, con  un ingenuo que mostrándose manifiestamente torpe ganaba al que repartía las cartas y daba a entender que entrar en el juego era una buena inversión y con otros vigilando y que avisaban cuando aparecía a lo lejos  la policía,  de regular numerosa en la zona.



Dice la policía que la mañana del día 24, ese grupo de delincuentes,  en el lugar donde usualmente timaban a los incautos mediante el juego de “los pastos”,  se puso a reñir, quizá por el reparto del botín conseguido,  y  de las palabras pasaron a los hechos  sacando las pistolas y  disparándose entre ellos.  

Uno de los delincuentes cayó muerto  y el sargento de los cuerpos de seguridad, Fernando Navarro, que por allí rondaba,  dándose cuenta de lo que sucedía,  hizo sonar el silbato propio de su dotación de agente del orden. Silbato que fue oído por otros agentes,  uno de ellos José Algarra guardia municipal,  que prestos acudieron al lugar. 



Los delincuentes abandonando su disputa dirigieron las armas a los policías y al tiempo que les disparaban se dieron a la fuga. Un grupo de ellos tomó el camino del Arc de Cires y pasó a Conde del Asalto. A partir de  ese momento, la crónica periodística,  que es un trasunto literal de la información que proporciona la policía,  cual si del ojo de una cámara de televisión se tratase, sigue a ese grupo de delincuentes y abandona su interés por los que cabe suponer que huirían en otras direcciones de los que ya no volveremos a saber nada más.  

Llegados que fueron los delincuentes a la calle Conde del Asalto,   torcieron a la derecha hasta llegar a la calle San Ramón que remontaron hasta el número 13 donde intentaron refugiarse en el interior de una tocinería.  Entraron, volvieron a salir de inmediato  disparando a diestro y siniestro,  y el sargento Navarro que los seguía se olió que uno de los pistoleros bien podía haberse escondido en la tocinería. Así, que  entró en la misma y, en efecto, allí  dio con El Pernales, uno de los jefes de la banda, parapetado tras el mostrador,  al que abatió a disparos de su arma, mientras se defendía de los tiros de El Pernales.  
Murió este último y el sargento Navarro tuvo la fortuna de salir del lance solo con una herida en la mano. 




En la calle San Ramón, los agentes del orden se encontraron con la ayuda de un sargento de la comandancia de artillería que al ver el fregado acudió  presto en socorro de la partida de perseguidores  y golpeó con su sable a uno de los que huían,  a resultas de lo cual el delincuente cayó al suelo.  Cuenta la policía que en el suelo, el delincuente  se revolvió y disparó al  sargento, de nombre Pascual Ancho Marcuello, sin alcanzarle  pero la respuesta del malhechor obligó al militar  a golpear de nuevo con el sable al caído, una vez más y otras tantas,   porque fueron varios los golpes que con el sable le propinó en la cabeza. El rifirrafe terminó con la vida del delincuente.




Terminada la batalla, los heridos –malherido alguno de ellos-,  fueron trasladados a la casa de socorro de la calle del Marqués de Barberá.

El lance terminó con cinco muertos que a los tres días se convirtieron en seis al fallecer otro de los guardias herido de gravedad.

Esta es la relación de fallecidos:

Tres agentes del orden muertos:

Juan  Sanchez Martinez, natural de Albacete, de 43 años y guardia de seguridad. Ingresó malherido 
en la casa de socorro y falleció poco después de ingresar en el Hospital de la Santa Cruz que por aquellos años aún se encontraba en la calle de Sant Pau.



Antonio Valero, guardia de seguridad, que murió de herida diversas, una de ellas en la región precordial y otra en la región torácica.

Fernando Sanchez Mateo,  de Lorca, Murcia. Herida en vacío derecho de pronóstico muy grave.  Trasladado al Hospital de santa Cruz.  El día 27 de diciembre falleció.  

Una niña de seis años, Carmen Fernández Ibáñez, de seis años de edad, y avecindada en la calle Arc del Teatre que murió por los efectos de una herida de bala en la región lumbar, ingresando ya cadáver en la casa de socorro.

Antonio Roda, que es el nombre de El Pernales, con varias heridas que muere ya en la tocinería o, la prensa discrepa en este caso, al poco de ser trasladado a la casa de socorro.

Y, por último, una persona de nombre Luis Dufour, al que cada periódico apellida el primer día de un modo diferente, Fitur, Figur, Dafur, Dafour… pero que terminan coincidiendo en que su verdadero apellido es Dufour y del que sabremos por declaraciones posteriores de sus hermanos que no se trataba de un delincuente sino de un obrero en una empresa de esterería y miembro de la CNT. También conoceremos que en el bolsillo del gabán de este fallecido se halló un cargador de pistola.

Estos son los seis muertos y ahora volveremos sobre ellos.

Asimismo hubo varios heridos de los que solo conocemos el nombre de tres: Fernando Navarro, el sargento que como conocemos por la información de la policía con su silbato dio inicio a la persecución policial y que dio muerte a El Pernales. 53 años, natural de Huesca. Fue herido por una bala en la muñeca izquierda.

José Algarra, guardia municipal, que quedó hecho un cristo con varias heridas en el abdomen, amén de otras tantas en muslo, hombro, brazo y nariz. Los primeros días, la prensa informó en alguna ocasión que había fallecido, lo que no fue el caso.

Jose Marsillach, de 48 años, de Lérida,  agricultor, pasaba por allí. Heridas  en cuello, y maxilar. ¿Qué haría un  agricultor de Lérida en una zona tan conflictiva de Barcelona? Conociendo el ardor de alguno de mis paisanos no es preciso consultar la güija para suponer que quizá su presencia en el lugar tenía que ver con el propósito de aliviar el vientre de penas, el bajo vientre.  



Contamos y recontamos y no encontramos a un muerto. Aparte de los tres muertos miembros de las fuerzas de seguridad, y de la niña de seis años,  aparecen otros dos fallecidos: El Pernales, y Luis Dafour de quien no sabemos que heridas tenía, donde fue herido y por quien.

Del relato de la policía,  queda patente  que hubo  tres muertos del grupo de supuestos delincuentes: el primero de ellos, en la riña en las cuatro esquinas, donde empezó la refriega.  Es un muerto necesario para la explicación policial porque justifica la contundencia de la intervención de las fuerzas de seguridad. Sin un muerto en las cuatro esquinas, malamente puede explicarse la respuesta armada de los policías y el hecho de que hubiese muertos entre los policías y entre los vecinos del lugar. Así, que de creer la versión policial, ahí ya han un muerto.

Un segundo muerto a manos del sargento con el sable, al que hieren  en la cabeza, esos pormenores de los golpes de sable en la cabeza no cabe explicarlos por fabulación del sargento de artillería,  el sargento tuvo que actuar y lo hizo del modo más contundente, y, tercero,  El Pernales en la tocinería. Hay tres muertos y solo dos cadáveres. De hecho, cuando días más tarde son enterrados los delincuentes, el número de muertos continúa siendo dos.

¿Qué informaciones se le escapan a la prensa a pesar de la censura previa?  Son informaciones que recoge la prensa madrileña.  Nadie, salvo la policía y la prensa cuando por razón de la censura hace de vocero de la policía, menciona el juego de cartas y la riña desencadenada por diferencias con el reparto del  botín o por desavenencias entre los diversos miembros del grupo de desaprensivos dedicados a esquilmar a los incautos que se aventuran por el lugar.

El periódico La Voz de Madrid, se hace eco de la información que se censuró al Noticiero Universal, que informaba que Pernales era un sindicalista de la CNT, que el día anterior en la calle Montserrat había apuñalado a una persona del sindicato libre y la riña fue la consecuencia de que  compañeros del apuñalado habían ido a buscarlo y a saldar cuentas. Al  verse herido, Pernales salió de estampida y  fue entonces cuando los guardias de seguridad fueron tras él.   
Asimismo,  La Voz, recoge otra posibilidad. Relaciona el tiroteo en Arc del Teatre con la muerte un rato antes, en la calle de la Boquería de un miembro del Sindicato Libre a manos de la CNT.  Ese comando de acción de la CNT al pasar por Arc del Teatre encontrarían casualmente a El Pernales y le dispararon por ser un renegado.  Algarra, el guardia de seguridad, que los seguía desde la Boqueria,  intervino.

ABC de los días 26 a 28 da varias versiones de lo sucedido. Al igual que La Voz, menciona la supuesta relación del tiroteo con la muerte poco antes en  la calle de la Boqueria de una persona del sindicato libre. Es una versión en la que insiste uno y otro día.  Señala que Luis Dafour era miembro de la CNT y que quizá lo que hubo fue una agresión de Luis Dafour, al parecer miembro de un grupo de acción de la CNT contra El Pernales que de ser miembro de la CNT había pasado a ser un confidente de la policía y miembro del sindicato libre.  

La Acción, otro periódico de Madrid,  del día 27, con los mismos datos que ofrece ABC,  es quien más elabora la  hipótesis de la relación entre el muerto de la calle Boquería y los disparos en Arc del Teatre.  
La noche del 23, El Pernales apuñaló a un sujeto de la CNT en la calle Montserrat. 
El día 24, un grupo de acción de la CNT disparó y mató a un miembro del sindicato libre en la calle Boquería y salió huyendo. 
Al pasar por Arc del Teatre, se dieron de bruces con El Pernales de quien conocían su anterior militancia en la CNT y que ahora formaba parte del Sindicato libre y  le dispararon con el ánimo de terminar con su vida. De ahí la muerte en las cuatro esquinas  de Luis Dafour.  
En sucesivos días, La Acción elabora más la hipótesis y explica que mientras miembros de la CNT y El Pernales se disparaban, Fernando Navarro en su condición de agente del orden, sopló su silbato a cuya llamada acudieron Fernando y Juan Sanchez, Antonio Valero y Algarra   lo que provocó que  los que reñían huyeran.

Esta es una hipótesis que no explica la razón por la que El Pernales, miembro, de creer a La Acción y ABC, del sindicato libre, en lugar de ponerse a disposición de la policía para detener a los miembros de la CNT que habían asesinado a un miembro de su sindicato poco antes, huye de la policía, y perseguido por esta, se esconde en la tocinería, dispara contra el sargento Navarro y muere por los balazos que le propina el sargento.

Continua escamoteado el muerto del sargento de artillería con el sable. ¿Dónde está y quien es esa persona? ¿por qué no aparece? ¿Quién lo ha visto? 

No tiene el menor sentido lo que cuenta la policía desde el principio: una riña entre dos grupos de delincuentes que termina con tres miembros de las fuerzas de seguridad muertos y otros dos heridos, uno de ellos malherido. 
No tiene sentido la versión que ofrecen ABC y La Acción, que es una versión que censura el gobierno civil de Barcelona y si se censura es porque  señala que contra lo que dice la policía si se trata de un episodio de un conflicto social.  
No tiene sentido que huyeran los supuestos delincuentes por Arco de Cires cuando por cualquiera de las otras tres opciones de salida  que permiten  las cuatro esquinas , la posibilidad de desviarse y perder de vista a los perseguidores es preferible.

En mi opinión,  hay que descartar con toda seguridad la versión policial,  puesto que aparece un muerto de los grupos de acción de la CNT y otro de los muertos al menos  había sido miembro de la CNT y quizá –o no- miembro en ese momento del Sindicato Libre. Descartar supone, por otro lado, abandonar la idea de la falta de profesionalidad de la policía. De seguir con la misma, tendríamos que aceptar que detener a unos delincuentes de poca monta, se salda con tres muertos de la policía, una niña de seis años asimismo muerta,  y varios heridos entre los paisanos que tuvieron la desgracia de cruzarse en la trayectoria de las balas, y  entre los policías, alguno muy grave como Algarra.  Pero hay más, en un suelto de La Vanguardia del día 30 se nos informa del sepelio de El Pernales y, de esto modo lo califica la nota del periódico, Luis Dafour, v ¡¡¡compañero del anterior!!!.

Decía Sherlock Holmes que cuando todas las opciones han sido descartadas, la que queda por improbable que parezca por fuerza ha de ser cierta, y descartadas la opción del choque entre delincuentes y  la opción de un El Pernales miembro del Sindicato Libre y muerto a manos de un policía, la opción que queda es que lo que sucedió es el resultado de una encerrona de la policía a un grupo de acción de la CNT. 
No hubo tal muerto en las cuatro esquinas porque, ambos, El Perales y Dufaur huyeron del grupo de policías que les iba cerrando el paso y no les quedó otra vía libre que la que ofrecía Arc de Cires.  

Eso explica que El Pernales muriera por disparos del sargento Navarro puesto que el objetivo del operativo era terminar con su vida y la de su compañero Dufaur. Y cabe suponer que el muerto por golpes de sable en la calle San Ramón sería el propio Dufaur. 


Ay, especulaciones!. A saber con qué fundamento. 

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*Todas las fotografías, salvo las del ejército durante la huelga de la Canadiense cuyo autor es Branguli,  proceden del número de 5 de enero de 1921 de la revista Mundo Gráfico. De una de ellas se conoce el autor, Badosa. Es la fotografía de las cuatro esquinas.  La caricatura de Anido es de Picarol y celebra su marcha del gobierno civil en 1922. Fue publicada en la Esquella de la Torratxa. 

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