jueves, 4 de junio de 2015

Un bar anarquista: La Tranquilidad.



                                                                     Caricatura de Tisner


Un día,  al abrirse la puerta de la calle,  en lugar de uno de los faistas de  siempre,  quien entró en el bar fue Miquel Badía.  Repeinado,  los zapatos bruñidos y con corbata, quizá la primera corbata que veía el establecimiento.  
La mayoría de los parroquianos, el bar siempre estaba  lleno, supo de inmediato  quien era el caballero.   
Los escamots de las Juventudes de ERC, creados por iniciativa de Badia, llevaban un tiempo enfrentándose  a los grupos de acción de la FAI y  por parte de ambos grupos mediaron secuestros, palizas, amenazas de muerte.  
La FAI hizo circular la especie de que andaban buscando a Badia para ajustarle las cuentas.  

Entró Badia y se hizo el silencio en el bar.   Un silencio que tenía tanto de hostilidad como de sorpresa.  Badia se sentó en una de las pocas mesas vacías, llamó al camarero y le pidió  una ensalada de cebolla y un porrón de vino fresco.  No necesitó desafiar con el gesto a la concurrencia,  hubiera supuesto un signo de debilidad.  Resbaló la mirada por el local,  sin retar a nadie.  Indiferente.  Comió  la ensalada,  levantó el porrón y envió  a la boca un chorro largo  de vino,  el dorso de la mano haciendo pantalla por debajo del mentón para que una gota traidora no le manchase la camisa, se secó los labios con un pañuelo doblado que sacó del bolsillo,  y dijo en voz alta. “Soy Miquel Badía y me han dicho que alguien me busca”. 

Esperó algunos minutos antes de irse.  A Badia le llamaban “capitán Collons”.   


                                             Miquel Badia. 



El nombre del bar era La Tranquilidad y desde  la segunda década del siglo XX se encontraba  en el número 69 del Paralelo, al lado del teatro Victoria. Era un bar viajero, al modo de los edificios viajeros de los que tan prolífica  es Barcelona.  Antes de ocupar un sitio al lado del Teatro Victoria, había estado en la esquina de Conde del Asalto con el Paralelo. En 1928,  un sindicalista de Puigvert de Agramunt de nombre Martin Sisteró, compró el establecimiento que se convirtió en lugar de reunión anarquista.  Durruti, Ascaso se reunían con frecuencia en La Tranquilidad.
Por las crónicas sabemos como era el local, Cuadrado, con capacidad para doscientas personas,  mostrador moderno, pianola, nevera y muchas mesas. En la pared una litografía de Ferrer i Guardia al modo de un santo laico presidía el local.




                                   La mujer de Martin Sisteró y un camarero. 1934. 

                                  El retrato de Ferrer i Guardia que presidía el bar. 




La clientela de La Tranquilidad hizo que la vida del local fuese de todo menos tranquila. Los policías hacían frecuentes redadas y los jueces en ocasiones cerraban el bar. 
 
Con ocasión de la proclamación del comunismo libertario en Figols y toda la cuenca del Alt Llobregat, en enero de 1932, en una sola redada fueron detenidas en el bar más de 140 personas incluyendo al dueño. Muchos, Martin Sisteró entre ellos,  fueron deportados a Villa Cisneros a donde llegaron encerrados en la bodega del vapor Buenos Aires de la Transmediterránea. 

Ramón Franco, el hermano de Francisco Franco, diputado en Cortes por ERC y simpatizante por aquellos años del movimiento anarquista, visitó a los deportados y escribió dos opúsculos sobre la visita. En uno de ellos menciona a Martin Sisteró  cuya deportación considera injustificada.
  
En los periodos de cierre del establecimiento, los tertulianos no detenidos solían trasladarse al Bar Chicago en la acera opuesta del Paralelo, haciendo esquina con la Ronda de San Pablo, o bien al bar Rosales, entre la calle San Pablo y el Paralelo. Los tres bares, alrededor de la Brecha de San Pablo, eran territorio anarquista.

                             El local cerrado tras la redada de enero de 1932


En marzo de 1934, Martin Sisceró le contaba al periodista Josep Maria Planes que desde el episodio de Villa Cisneros, su local había sufrido 36 registros policiales y que 210 de los parroquianos habían sido detenidos.

Al parecer, eso cuenta la revista Mirador en noviembre de 1935,  tanto trajín con las autoridades llevó a que Martin Sisteró diese pasos para vender el bar. Quería vivir tranquilo.

 

 


La información de Mirador casa con la que aparece en el periódico Ultima Hora un mes más tarde.
 

De la publicación "Ultima hora" del 9 de noviembre de 1935. Por la vía de Jordi Artigas. 
 


Desconozco si Martin Sisteró traspaso el establecimiento. Por el relato de una anécdota de Joan de Sagarra a Lluis Permanyer,  el bar parece haber continuado abierto durante la guerra civil.
Joan de Sagarra le decía a Lluis Permanyer, que durante la guerra civil su padre acudió al bar La Tranquilidad para entrevistarse con Aurelio Fernandez de la CNT porque quería sacar de España a su hermana monja . “Qué quieres. Sagarra” le preguntó Aurelio, rodeado de hombres armados con pistolones. “Necesito un visado para que mi hermana monja pueda marcharse en un barco.” “Hecho”, respondió el de CNT-FAI. “Es que además mi hermana no quiere irse si no la acompañan cuatro monjas más”, añadió el poeta. No le consta a Joan de Sagarra si Aurelio Fernández respondió con una imprecación pero sí  que le concedió los cinco visados (Luis Permanyer – La Vanguardia 4 abril 1994).

Hay una serie de informaciones que pueden dar luz sobre la vida de Martin Sisteró antes de comprar La Tranquilidad. Entre los años veinticuatro a veintisiete, en varias ocasiones es detenido un Martin Sisteró en una taberna de la calle Mediodía por tráfico de cocaína.

Atendiendo a la rareza del apellido Sisteró (según datos del Instituto Nacional de Estadistica, en toda España, en la actualidad no hay más de 250 personas con el apellido Sisteró; como la población española en los años veinte era la mitad de la actual, no es presumible pensar que entonces hubiese más Sisteró que ahora), a que la identidad de ambos apellidos y en el mismo orden aún hace más improbable que se trate de dos personas distintas, y a que se dedican a una actividad -la legal- similar, no es descartable considerar, al menos como hipótesis, que ambos Sisteró son el mismo Sisteró.
En tal caso, un Martin Sisteró traficante de cocaína hasta poco antes de la compra de La Tranquilidad,  cuyo establecimiento  se convierte en lugar de encuentro de anarquistas abre una perspectiva nueva. 

                                                      La Vanguardia - 11 de julio de 1925



                                                             La Vanguardia - 6 de julio de 1927

2 comentarios:

  1. Como sabes y que bien te informas, eres tenaz en tu fantástico blog, cada día me gusta más, con tu permiso lo comparto, JOSEP, muchas gracias por tu extensa información, BFDS, un abrazo.

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    1. Muchisimas gracias, Mª Trinidad. Un honor recibir tu comentario. Un abrazo.

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