miércoles, 19 de julio de 2017

Gente de La Criolla: Antonia la muda.





                                                                     Antonia, en La Criolla, señalada con una flecha




En la Criolla no solo se prostituyen los jovencitos. En la Criolla, tanto en la jornada de tarde que termina a las siete, como en la de noche, sin hora fija de cierre pero siempre en la madrugada, un grupo de quince a veinte mujeres departe con los clientes. La empresa les da cuatro pesetas al día por estar, divertir a los que entran, bailar con ellos y sobre todo, por inducir a esos clientes a consumir. ¡invítame a algo, guapo!. Cuando consiguen que el cliente las invite, el camarero entrega a la chica un ticket con el importe de la consumición. El 25% de la cantidad se les abonará al terminar la noche. Así que consumen e incitan a consumir. Bebidas de alta graduación, por lo general. Bebidas que les ayudan a bailar con los marineros y tropa del cercano cuartel de Atarazanas.

También con algún comerciante de las comarcas que habiendo terminado el negocio que lo trajo a Barcelona, pasa por el barrio chino a sacar el vientre de penas, el bajo vientre,  por poco dinero. Ya de paso, para tener material con el que recrear alguna anécdota que pueda contar por la noche en el casino del pueblo. ¡he estado en La Criolla y no diríais lo que he visto!.

 
Hay otra partida a través de la que consiguen ingresos las chicas. La prostitución. El baile con el cliente tiene la función de que éste tiente el material cárnico y pactar el precio de la coyunda.

Una de las chicas, la que tiene las piernas más bonitas, se llama Antonia. No baila. Antonia es sordomuda. Cuando entra en confianza con el posible cliente, se saca del pecho la foto de un oficial de marinería que la dejó preñada y se fue prometiéndole que volvería a buscarla. Ahora Antonia tiene un niño que mantener y nunca más ha vuelto a saber del marino. Como en Tatuaje de Conchita Piquer pero con niño.

Los camareros indican a las parejas acomodadas que permanecen en los palcos, la figura de Antonia, que cuando se deja caer agotada en una silla enseña sus bonitas piernas. Con aletear de manos, explica a los desconocidos su pequeña historia de penas y vencimientos. Y con la mirada te invita a llevártela a un hotelito para follar un rato.




                                                                 Antonia con un grupo de las habituales de la casa.

 
 
En las fotos, sonríe. Una sonrisa triste. Una sonrisa que no puede ocultar su aislamiento del entorno. Sus amigas bailan con la marinería y ella ha de recurrir a arrimarse a cualquiera de ellos para indicar por signos que en un piso de arriba hay una pensión con una cama para los dos. Una ventaja de ser sordomuda es que no oye la carcajada hiriente del que la rechaza.

Encuentro tres fotografías donde aparece Antonia, publicadas en dos revistas y un periodico de Madrid y Barcelona, entre los años 1931 y 1933. Las tres son del mismo día. En una de ellas se indica que el autor de la fotografía es Torrents, así que cabe suponer que las tres las tomó Torrents.

Salvo esas tres fotos y los reportajes que la mencionan, el silencio. Como con casi todos los que se ven en las fotos de los locales de diversión del Barrio Chino. Desaparecen. Se muere joven en el barrio chino, y quien no muere está en una cárcel o un hospital de enfermedades venéreas, o alguien le ha rasgado la cara, otro marinero que la quería, y sobre todo quería el dinero que consiguiese cada día. Son personas efímeras, meteoros  que un día cruzan las calles.
 

                                                                        Antonia rodeada de marineros. Nuevamente en La Criolla




Quien sabe que pasó con ella cuando cerraron La Criolla por reformas en la primavera de 1935. ¿y una vez con la nueva La Criolla abierta, ya sin un Pepe Marquez que la conociese y le dijese al portero que no le cerrase el paso?

1 comentario:

  1. Gracias por este excelente reportaje. Por edad, ya no conocí La Criolla, pero al haber nacido en el Barrio Chino (nada de "Raval") me interesan mucho sus pequeñas y grandes historias.

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